
Primeros trazos Antiguos mapas de Costa Rica revelan inesperadas ideas políticas y culturales
SILVIA MELÉNDEZ Y CARLOS MORERA | silvia.melendez@ucr.ac.cr
Bartolomé Colón sentía tanta curiosidad viajera como su medio hermano Cristóbal, el Almirante de la Mar Océano; pero, además, Bartolomé tenía habilidad de pulso para “retratar”, en mapas, los nuevos lugares que fue conociendo en un mundo que aún no se llamaba América .
Así, lo que sería Costa Rica aparece en los primeros mapas esbozados por Cristóbal Colón, copiados por su hermano Bartolomé en 1503 y finalmente reproducidos por el veneciano Alejandro Zorzi en 1522. Estas últimas son las únicas que aún existen, resguardadas en la Biblioteca Nacional de Florencia en Italia. En estos puede distinguirse el término Cariai (Cariari), nombre con el que nuestro país se incorporó a la cartografía americana que apenas nacía.
Esos croquis muestran ya una síntesis de los dos mundos: el conocido o imaginado por los europeos ( Asia ), y el que revelaban las costas exploradas en el cuarto viaje de Cristóbal Colón (mayo de 1502-noviembre de 1504). Estos fueron los primeros mapas que mencionan un nombre costarricense en un mapa europeo, pero no la primera vez que nuestro país era dibujado y delimitado.
Una larga historia. Mucho antes, los indígenas costarricenses habían empleado diferentes recursos para identificar y caracterizar los espacios que poblaban. Por ejemplo, trazaron petroglifos, que encontramos en diversos sitios del país.
A su modo, aquellos pobladores representaron características geográficas, como manglares, montañas, ríos, llanuras y nacientes de ríos. Estas representaciones fueron tan sofisticadas que llegaron a lo que se conoce como ditsö ke , similares a los actuales planes reguladores que utilizaron los bribris.
Los ditsö ke pueden considerarse mapas del territorio de nuestro país, hechos con un propósito utilitario, no solamente ilustrativo. Sin embargo, con la llegada de los españoles, estos antecedentes fueron despreciados. En todo el continente se los destruyó casi totalmente y se impuso una nueva visión del territorio, basada en la mentalidad europea.
El segundo mapa de nuestro país es del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, quien en 1523 transitó por lo que llamó las Indias Occidentales . A partir de su recorrido por la costa del Pacífico, este español realizó un levantamiento detallado del golfo de Nicaragua, de Guetares o de Orotiña (hoy golfo de Nicoya) y de sus áreas circundantes.
Sus mapas ya registran las diferentes islas, el puerto de Herradura, Cabo Blanco y el golfo de Papagayo; además, los cacicazgos de Orotina, Corobicí, Zapanti, Chira, Canjel, Huetar y Chorotega, entre otros. Un elemento innovador es que este mapa agrega los puntos cardinales, de modo que orientó el paso de los españoles por nuestro territorio.
Avances. El primer mapa que incluye todo el territorio actual costarricense fue realizado por el historiador de Indias Antonio de Herrera en 1601. Esta representación evidencia dos aspectos: 1) la visión del territorio como parte de la Audiencia de Guatemala, con la cual no muestra límites internos, aunque existían; 2) la temprana preocupación por identificar posibles rutas transístmicas, como la del río San Juan y el lago de Nicaragua.
Ya para entonces había asentamientos coloniales en sitios como Nicoya y Cartago, pero los cartógrafos desconocían el interior del territorio, compuesto –para ellos– de “tierras vacías”.
De los siguientes siglos se conservan pocos mapas, acaso por el escaso interés de la Corona española por el territorio costarricense. La mayoría son del siglo XVIII y muestran principalmente el centro del país y Suerre (en la boca del río Matina).
Un ejemplo muy ilustrativo y de alto valor estético es el mapa de la desembocadura del río Matina, de 1738. Durante la colonia, allí se desarrollaron plantaciones cacaoteras.
Ese mapa incorpora nueva información geográfica, como “montaña y palmares adnegadisos” y “montaña aspera” (sic). Además, en el mapa consta el detalle del patrón de drenaje y del uso agrícola del suelo; también incluye la localización y el plano del fuerte de San Fernando.
Márgenes de la colonia. La situación socioeconómica marginal de la provincia de Costa Rica derivó en un muy lento progreso en la cartografía colonial. Por ejemplo, los contornos costeros y la frontera del sur no recibieron suficiente atención. En el siglo XIX no se representaban de forma correcta la península de Osa ni Punta Burica.
Los mapas tampoco mostraban los sistemas montañosos ni se orientaban de manera correcta. Igualmente, los poblados no estaban bien ubicados o se mostraban otros cuya existencia fue efímera.
El mapa de mejor calidad en la época colonial fue el firmado por M. Bellin en 1754. Ese mapa ubica las montañas, identifica los ríos y elimina los pueblos inexistentes para la época, como Aranjuez y Castillo de Austria. Su representación de Nicoya y Cartago es más precisa. Sin embargo, no acierta con respecto a los límites de las provincias coloniales y localiza el río San Juan mucho más al norte que lo adecuado.
El escaso desarrollo de la cartografía en la época colonial, provocó que, con la independencia, las recién formadas naciones no contasen con claras líneas fronterizas. Por lo anterior, Costa Rica debió fijar sus fronteras a mediados del siglo XIX con Nicaragua, y a comienzos del XX con Panamá.
El rastro de la conformación de la cartografía nacional ha sido construido poco a poco, determinado por intereses políticos económicos y culturales. Así, viajeros audaces y curiosos, científicos y cartógrafos que nunca pisaron suelo americano nos legaron los mapas con que imaginamos nuestra nación.
MODOS DE DECIR ‘¡NUESTRO!’
La gente siempre ha dejado su huella en un territorio: formas primitivas como marcas en los árboles, surcos en los suelos, demarcación por medio de rocas, grabados en estas ( petroglifos ) o dibujos con tintes naturales en cuevas ( pictogramas ). Estas demarcaciones identifican áreas de caza o de pastoreo, y fuentes de agua y de alimentos. Una vez apropiado así el territorio, los individuos construyen mapas mentales . Cada individuo percibe su entorno de forma diferente, según su cultura, experiencia, sexo, edad, desarrollo tecnológico y muy especialmente su época. Toda sociedad ha tenido sus formas de representación territorial. Cuando alcanzan cierto cúmulo de conocimiento, generan mapas como los conocemos actualmente. Los mapas dependen de la visión del mundo. Sobre este proceso, Costa Rica no es la excepción: sus representaciones mentales y gráficas se remontan a las primeras sociedades que habitaron nuestro territorio.
SILVIA MELÉNDEZ DOBLES ES PROFESORA DE LA ESCUELA DE GEOGRAFÍA DE LA UCR. CARLOS MORERA BEITA ES PROFESOR DE LA ESCUELA DE CIENCIAS GEOGRÁFICAS DE LA UNA (cmorera@una.ac.cr).
Suplemento Áncora, La Nación. 21 de junio 2009