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Anécdota del Escritor Aquileo J. Echeverría.

EN la primera administración del Licenciado don Cleto Gon­zález Víquez, el poeta y escritor Aquileo J. Echeverría fue llamado a desempeñar una posición oficial.

A la Casa Presidencial llegaban constantemente chismes rela­cionados con las llegadas tardías del poeta a su oficina y la mala voluntad que le tenía al trabajo.

Una mañana se presentó don Cleto, sin previo aviso, a la ofi­cina en que trabajaba Aquileo, y faltando quince minutos para la hora de entrada. Pasó y se sentó en el escritorio de Echeverría. Trans­currieron dos horas y el empleado no aparecía. De repente se pre­senta jadeante, despeinado y sudoroso ante la figura venerable de don Cleto, y sin permitirle que gesticulara palabra, le dijo:

—”Don Cleto, vengo de la Casa Presidencial y de todas par­tes buscándolo a usted para pedirle un favor de mucha urgencia”.

El Licenciado González Víquez, aquel hombre a quien el pue­blo de Costa Rica honró con el título de “Padre de la Democracia Costarricense”, le contestó al poeta:

—”¿De qué se trata, Aquileo?”.

—”Nada, don Cleto. Sencillamente que necesito de usted diez colones”…

Don Cleto, sonriente, le dijo:

—”Aquí los tiene poeta; ESO ME PASA POR ZACALAS”.

Referencias:

Anecdotario Nacional.

La Casa de Aranjuez

 

Hoy quiero compartir con ustedes una bella y real historia de una Casa de Barrio Aranjuez publicada por la Revista Herencias.  Espero la disfruten.

La Casa de Aranjuez

Referencias:

  • La Casa de Aranjuez. Testimonio de historias urbanas. Revista Herencia Vol. 24 (1 y 2), 147-150, 2011. Recibido 08-10-2011 Aprobado 22-11-2011

Comernos el caballo! Anecdotario Nacional.

Anecdotario Nacional

CUANDO el famoso crac financiero de 1929, que arruinó a muchas gentes, el Doctor Fernando Quirós Madrigal, médico alienista, debido a varias circunstancias, dejó de recibir la mesada que el Gobierno de Costa Rica le remitía a Alema­nia para que atendiera al pago de su pensión y de sus estudios pro­fesionales. Desesperado, nervioso, el Doctor dispuso invertir los po­cos dineros que le quedaban en comprar billetes de lotería. Había que asomarse a la suerte por la única ventana abierta que es la lotería.

Una tarde, en un café, el Doctor Quirós se dio a la tarea de curiosear los billetes que había comprado; deseaba cerciorarse cuáles eran los premios en efectivo y a cuánto montaban. Pero cuál no sería la sorpresa al ver que el primer premio consistía en un her­moso caballo de raza fina y de carrera…

Uno de sus compañeros, estudiante también, al ver la cara de tristeza que puso el médico alienista al terminar de leer el plan del sorteo de la lotería, le pregunta:

—”¿Qué te pasa, Fernando, que estás poniendo una cara tris­tona?”.

Y el Doctor Quirós Madrigal no tardó en contestar:

—”Nada, hijo. Que si pegamos el “gordo”, o le pedimos una beca al Gobierno de Costa Rica, O TENDREMOS QUE COMERNOS EL CABALLO”

Referencias:

  • Anecdotario Nacional. Carlos Fernández Mora.

Tráigalo a Costa Rica para que aprenda mañas…Anecdotario Nacional

Anecdotario Nacional

EN tiempos del Gobierno del General don Tomás Guardia, arribó a nuestras playas un general sudamericano. La sociedad costarricense y el gobierno, se apresuraron a agasajar y a tributarle honores al distinguido visitante.

Un día, entre el coro de amigos, el militar hizo estas consideraciones:

—”Tengo un muchacho de dieciocho años que está completando el ciclo de su educación inglesa. Luego pasará a Francia para que tome algo del refinamiento francés. Después irá a la Madre Patria donde hará estudios profesionales, y cuando tenga 28 ó 29 años, lo traeré a Costa Rica”.

Uno de sus amigos lo interrogó:

—”General, ¿la intención es simplemente de paseo?”. A lo que el huésped, contestó:

—”No señores, es para que aquí corone sus estudios”.

La sorpresa de los circundantes fue grande. Le manifestaron al pundonoroso militar que aquí no había universidad ni nada en qué perfeccionar los estudios de un muchacho que venía de los principales centros de la civilización.

Una sonora carcajada se dejó oír, y luego la voz del General don Tomás Guardia, allí presente, que decía:

—Tráigalo a Costa Rica PARA QUE APRENDA MAÑAS…

Referencias:

  • Anecdotario Nacional Costarricense.

Max Jiménez Huete…Anecdotario Nacional.

Anecdotario Nacional
MAX JIMENEZ HUETE fue de los primeros en revo­lucionar en Costa Rica la poesía.

Aparte de ser Max Jiménez Huete un hombre de gran fortuna, fué también un bohemio elegante. Su mayor satisfacción era reunir a sus amigos y agasajarlos espléndidamente. Viajó por toda Europa y América. París, Viena, New York, La Habana, fueron asiento de sus exposiciones de arte pictórico.

Una noche, en el Círculo de Amigos del Arte, el poeta se encontraba reunido con varios de sus amigos. La reunión se animaba como era natural, se conversaba de todo lo relacionado con el arte y la literatura.

El lírica ramonense Rafael Estrada, ya fallecido, muy amargado y decepcionado, se quejaba de la indiferencia del costarricense por todo lo que fuera arte y literatura. Se dolía del poco estímulo para con los valores nacionales.

Entonces, el poeta Jiménez Huete, dándole la razón a su compañero Estrada, tuvo una de sus más inteligentes e ingeniosas salidas, que le mereció el aplauso de todos.

Con aquella ironía conque hablaba para criticar, y con aquella voz de trueno que se gastaba, dijo:

«El costarricense, señores, ES AGUILA EN EL NORTE, CONDOR EN EL SUR Y ZOPILOTE EN COSTA RICA»…

Referencias:

  • Anecdotario Nacional. Carlos Fernández Mora.

Una dama llamada «Cucaracha»

 

ricardo-jimenez y la cucaracha

En su época fue vista con burla y menosprecio, fue la comidilla de la sociedad, sin embargo debió ser una mujer muy bella, de porte elegante, femenina e inteligente para enamorar a un hombre de la talla de Don Ricardo Jiménez Oreamuno. Se trata de Doña Beatriz Zamora López, Primera Dama de la República desde 1932 a 1933, a quienes todos llamaron La Cucaracha. Seguir leyendo Una dama llamada «Cucaracha»

El pan francés en Costa Rica

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Aquí les dejo una simpática historia que me encontré rebuscando en periódicos. Espero que sea de vuestro agrado.

Siglo XIX. Corría la década de los 60. Bajó de un barco, en Puntarenas, un joven francés que llegaba por primera vez a América, creyendo –como casi todos los emigrantes que venían de Europa-  que aquí había trozos de oro en cualquier calle y que las monedas y billetes crecían en árboles.

Con  sus bolsillos escuálidos, llegó desde Marsella, tras un peligroso viaje de unos cinco meses, vía el Estrecho de Magallanes, al sur de América.

Ojos azules, cabello rubio y estatura media, el “franchute” no hablaba ni jota de español. Desilusionado de “La Perla del Pacífico”, optó por probar suerte en la ciudad de Alajuela.

Con unos 4.000 habitantes, la Alajuela de entonces lo adoptó y como era, y es, costumbre en ese pueblo, le pusieron un apodo. Como nadie podía decir su primer nombre, optaron por llamarlo por su apellido, Martin. Así se quedó “Don Martín”.

Pronto, el francés se dio cuenta de que en Alajuela nadie hacía pan blanco, popular y cotidiano en hogares franceses. Construyó entonces un gran horno ante la curiosidad de los vecinos. Y una mañana de tantas, a la salida de misa, aparecieron varios niños pregonando: ¡Vendo pan blancoooo…!  ¡Fresquito y tostaditooo! ¿Quién quiere pan calientito? ¡¡¡Pan…Pan….Pan!!!

Aquello impactó a los alajuelenses pues nunca habían escuchado a niños vendiendo en sus calles audazmente un nuevo producto.  Al principio, trataron de boicotearlo. Argumentaron que era mejor el pan de maíz que hacían las abuelas, que aquel con harina de trigo.

Pero, poco a poco, fueron comprando más y más pan blanco… y hasta el día de hoy.

Fue así también como los expertos  pone-sobrenombres le pusieron apellido a don Martín: lo bautizaron Blanco, blanco por el novedoso pan que hacía. Desde entonces, y hasta que entregó su alma al Creador, siguió llamándose oficialmente don Martín Blanco.

De esa singular manera brotó en Costa Rica el apellido Blanco.

Don Otilio desciende de aquel famoso panadero.
Don Otilio Ulate desciende de ese famoso panadero.

Y para preservar la especie y terminar de hornear el asunto, fue necesaria una deliciosa “costilla”: don Martín casó con una bella señorita de Alajuela. Ella era de origen vasco y su apellido, Olarte. Y como ese apellido también se le dificultaba a los alajuelenses, pronto se lo cambiaron por Ulate.

Entre sus descendientes destaca un nieto que tendrá  para siempre un sitio en la historia costarricense. Un hombre de extracción humilde, apodado “El Mono”, quien alcanzó, merced al pan blanco, la Presidencia de la República…

¡Otilio Ulate Blanco!

Referencias:

  • crhoy.com Noticias 24/7
  • Anuario del Cuento Costarricense 1967, Villegas, Xinia.

El Gobernador Bellaco…crónicas coloniales

LOS conquistadores de Costa Rica tuvieron mala fortuna. Hernán Sánchez de Badajoz murió en la cárcel, Diego Gutiérrez a manos de los indios, Cavallón en gran pobreza, Estrada Rávago lleno de despecho, Vázquez de Coronado trágicamente, Perafán de Rivera en la miseria y Diego de Artieda perseguido. Así, no es extraño que después de la muerte de éste ningún hombre sensato quisiera asumir la continuación de tan desgraciada empresa. Tal sucedió con Sancho de Barahona, vecino de la ciudad de Santiago de Guatemala, cuñado y compañero del licenciado Cavallón en 1561, a quien el Consejo de las Indias propuso treinta años después que la tomase a su cargo; pero Barahona conocía bien el terreno que le invitaban a pisar y prefirió quedarse tranquilamente en Guatemala disfrutando de su riqueza. Seguir leyendo El Gobernador Bellaco…crónicas coloniales

EL DÍA QUE NACIERON LOS “SOBALEVAS” EN COSTA RICA (Barrio Luján) 

Amigos, me encontré esta hermosa historia y simplemente me encantó y decidí compartirla con ustedes.  Aquí les dejo!!!

¿Qué tiene que ver el conocido apellido Luján con todo el contingente de aduladores que hay en Costa Rica? Aparentemente, nada. Sin embargo, tiene mucha relación, pues en este vínculo nace un tipo de gente muy común en el país, que encanta a unos y que otros aborrecen: “Los sobalevas”.

Difícilmente existe algún costarricense que no conozca a uno de estos zalameros, expertos en decir lo necesario para agradar a otra persona, con frases como las siguientes: ¡Qué bien te ves!, ¡Estás como el vino, entre más viejo mejor! No me digás nada… ¡te sacaste la lotería!, ¡Qué bárbara, ese tinte está perfecto!, ¡Nadie tiene un bebé tan lindo como el tuyo! ¡Tu muchacho…debería estar en Harvard!, etcétera.

En Costa Rica existe un sector de la población que adora toda esta lisonja, se deleitan con el halago. Estas personas son muy receptivas de cierta clase de políticos, es por ello, que en los más escondidos lugares del país, la gente a sabiendas que viene el “señor Diputado”, se prepara para “pasarle la brocha”, con la intención de sacar alguna partida para obras comunales que están en espera de ejecución desde los “tiempos de Upa”. Seguir leyendo EL DÍA QUE NACIERON LOS “SOBALEVAS” EN COSTA RICA (Barrio Luján) 

La Fábrica de hielo, la primera Planta Hidroeléctrica del país….y la historia de la familia Zumbado.

Quiero compartir con todos ustedes una bellísima historia que todos deberíamos conocer y es la historia de la familia Zumbado de Aranjuez, San José.  Narrada por el señor Luis Gerardo Zumbado:
 
«Un trocito de nuestra historia al recordar el reciente cumpleaños de mi hermana Aida Zumbado.
 
Le pregunté a mi hermana ¿Te acordaste el pasado 8 de febrero del lugar donde naciste hace 76 años? ¿Te acordaste de la vieja casa donde naciste? ¿Donde por primera viste la luz? Bueno querida hermana, es la misma casa donde nacimos, la de nuestros padres.
 
Pero para nuestros descendientes y amigos que nos siguen y no lo saben, les hago un breve resumen que no es cuento ni leyenda, es historia real
 
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Primera Planta Hidroeléctrica del país. Fundada por Luis Batres Garcia y Manuel Víctor Dengo Bertora. La misma se ubicó en Barrio Aranjuez. El 9 de agosto de 1884 entró en funcionamiento a las 6:15 de la tarde ante la mirada asombrada de nuestros antepasados
Hace 134 años, se encendió POR PRIMERA VEZ LA LUZ de la ciudad de San José y así llegó a ser la tercera ciudad del mundo y la primera de latinoamérica. Fue precisamente en la edificación donde se instaló la primer planta con una rueda Pelton de 75 caballos de fuerza, un dinamo de 50 kilowatts para suministrar energía a 25 lámparas de arco abiertos ubicados hasta el centro de San José.

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El primer choque de carros en Costa Rica

Así lucía San José hace un montón de años.
Esta era la Avenida Central de antaño.

 

Corrían los primeros años del siglo XX. La reconocida dama Amparo Zeledón y sus familiares acababan de desayunar con suculento gallo pinto. Estaba ella en su residencia, allá en el este de la capital.

Mientras, en el oeste de San José, en moderna mansión, un distinguido caballero, don Francisco “Chico” Montealegre, acababa de encresparse su bigote, dispuesto a enfrentar una nueva aventura automovilística.

Dama y caballero eran de familias de mucho linaje. Ella, de la casa de los Zeledón, de la misma familia de don José María Zeledón, nada menos que el autor de la letra de nuestro Himno Nacional.

Don “Chico”, por su parte, era del abolengo de los Montealegre, el rico clan cafetalero de José María Montealegre Fernández, Presidente de la República en el siglo 19 (1860-1863).

Eran los únicos que tenían carro.

Corrían también los tiempos en que en San José no se conocían señales de tránsito. Nadie sabía de vías demarcadas, ni de “Altos”, ni de “Ceda”. Menos de semáforos, de “agujas” para pasos de tren. Tampoco, existían licencias de conducir, ni  inspectores de tránsito (Conste que no digo que ahora hayan suficientes). En 1900 había llegado el primer carro a Costa Rica.

Los peatones andaban tranquilamente por media calle y aceras. Confiados en que jamás un carro podría atropellarlos.

Solamente, allá, de vez en cuando se escuchaba el rugir de un motor de auto, corriendo por las calles josefinas, lo cual causaba gran alboroto entre los ciudadanos, quienes se persignaban al ver pasar aquella “máquina de muerte”, como la llamaban popularmente.

Precavido, como siempre y para que le dejaran las calles despejadas, aquella mañana don Chico llamó por teléfono a doña Amparo para avisarle que saldría con su carro a dar una vuelta por San José.

– Buenos días, doña Amparito. La llamo para decirle que hoy estaré recorriendo las calles con mi carro. Le aviso para que no saquen el de ustedes.

– Muchas gracias, don Chico, por prevenirnos. De por sí hoy no teníamos planeado sacarlo. Qué Dios me lo proteja y lo lleve con bien. Vaya usted con Dios y muchas gracias, respondió doña Amparo.

De poco sirvió aquella advertencia. Un rato después se presentó una emergencia en casa de los Zeledón y se vieron en necesidad de sacar el “chunche”.  Y, lo peor,  ya no había forma para avisar a don Chico…

Y sucedió lo que tenía que suceder. Minutos después, en las  inmediaciones del Parque Central, cuando uno de los carros circulaba de este a oeste y el otro de sur a norte, colisionaron en una esquina, estrepitosamente. Solo hubo daños materiales.

Referencia:

  • crhoy.com. Hubert Solano. Julio 31, 2016.

Y aquello era una fiesta!

Cualquiera que haya hecho ese viaje a bordo del tren al Atlántico, más conocido bajo el seudónimo de “El Pachuco” (para los ferrocarrileros el Nº 101), concordarán en que hablo de una experiencia inolvidable, llena de colorido y folclor.

Por que no solo un medio tranquilo y oportuno de transporte, no, con él llegaba la vida a los pueblos.

La gente usaba su mejor traje (el de “dominguera” que llamaban) para viajar e incluso salir a verlo pasar. Desde muy temprano se levantaba a los chiquillos, se les daba el desayuno, que por lo general era “burrita” con huevo frito, tal vez plátano o banano, la cosa era que quedara lleno, para que no quedara pidiendo “cochinadas de camino”, después se le vestía y peinaba con bastante “glostora” para controlarle el pelo rebelde, no sin antes sermonearlo o advertirle, so pena de un cosco, que cuidara de no ensuciarse, ni andarse “encaramando” en todo lado, ni andar pidiendo porque “no se anda plata” y mucho menos ponerse a jugar en el coche, en síntesis: “Va a andar sosega’o”. Una vez amonestado, se sacaba al “querubín” a mirar aquel pueblo ambulante entre los coches azules.

Ya desde que los vecinos lo veían a uno “catrineado” le soltaban la pregunta “Aja vecina ¿vade paseo? Y casi siempre la respuesta era menos emotiva: “No que va, mandaditos”.

En cada estación era lo mismo, ir y venir de gentes (y “gentecillas”) apuradas para tomar el tren o para recibir algo o alguien. No faltaban las tristes despedidas también, tal vez del hijo que dejaba el terruño para estudiar o trabajar allá en “la capital”, o enamorados que por una u otra razón se alejaban con un beso en la grada del balcón y una lágrima. Los solitarios, aburridos miraban, quizá con nostalgia, por las grandes ventanas todo aquel movimiento.

Una de las estaciones más bellas y dinámicas, era la de Siquirres, “la ventana del Caribe”, para los capitalinos.

Allí siempre estaban sus negros hablando a voz fuerte en inglés, mientras cargaban cacao en los vagones, siempre audibles entre el ruidoso gentío, los grotescos escapes del tren al detenerse y la campanilla de patio que encendía la locomotora.

Otros, que sabían hacerse oír, eran sus comerciantes de alimentos tradicionales, quienes con ingeniosos estribillos publicitarios captaban la atención. ¿Quién no recuerda a una señora bajita y gorda, con un delantal blanco y limpio que se paseaba con una enorme palangana de aluminio gritando: “pescado, bofe chicharrones”? ¿O aquel negro corpulento de caminar ligero que vendía  (y aún vende) “pati” cerrando sus frases con un silbido fuerte y rítmico? Si, ese que decía “llévelo, rico, caliente el pati de Lay”. Silbaba y volvía con: “pruébelo, delicioso con chile, pati de Lay”.

Igual podríamos memorar a la negra que con una tina grande sobre la cabeza a la usanza africana, ofrecía “pan_bon y cocadas”, al negro flaco que traía cajetas de coco sobre las hojas de naranjo y melcochitas blancas con franjas rojas, al popular “Boli” (diminutivo de Bolívar) quien se ganaba la vida con sus deliciosos copos y granizados, entre otros que aprovechaban los minutos que permanecía el tren para no solo hacer  sus “centavitos”, sino también culturizar con sus platillos a los viajeros, que ya esperaban esa cálida bienvenida de aquel pueblo alegre, que con cariño nombraban “La Siquiera”.

Muy lamentablemente “El Pachuco” ya no recorre las venas de hierro de la provincia. Su pito lejano que encendía la algarabía se ahogó entre excusas burocráticas y provecho de algunos pocos, para “consuelo de tontos”.

Más su inmenso legado y bellos recuerdos, esos no nos abandonarán nunca.

 Referencias:

  • Cuentos y leyendas, anécdotas e historias de Vida. Provincia de Limón, editado por Yanory Álvarez Masís, del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, Certamen de Tradiciones Costarricenses, 2008

En el cafetal, una historia de la vida real…una historia muy tica. ¡Vale la pena leerla!

Miren que bello lo que me encontré por ahí. Me encantó esta historia de la vida real, está historia llena de nuestra gente, de nuestra tierra. Aquí les comparto!
En el cafetal, una historia de la vida real…una historia muy tica. ¡Vale la pena leerla!

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Ahora corra don Cleto!

Una anécdota vivida por don Cleto González Víquez, herediano y presidente de Costa Rica en dos ocasiones. 

¡Ahora Corra don Cleto!

“Venía el Licenciado don Cleto González Víquez, Benemérito de la Patria, dos veces Presidente de la República, abogado e historiador, para su casa de habitación, bastante fatigado después de un  intenso trabajo en su oficina, y al pasar por la residencia de una familia muy conocida y muy estimable, se encontró con un chiquillo que lo paró, y le dijo:

“Por favor, señor, toque el timbre de esta casa”.

Y el Licenciado González Víquez, aquel gran patricio y demócrata, por hacerle el favor al muchacho, alargó su mano y apretó el botón del timbre. Pero al soltarlo, oyó don Cleto al chiquillo que le decía a grandes voces:

– “AHORA CORRAMOS, DON CLETO”.

 

Referencias:

-Anecdotario Nacional. Carlos Fernández Mora.

-Ilustración de Eric Francisco Bogarín B.