Las leyendas de Costa Rica son un conjunto de relatos y tradiciones folclóricas de Costa Rica, ubicadas dentro del folclor narrativo popular, referidas a algún suceso maravilloso irreal, pero con huellas de realidad, donde se determinan temas heroicos, de la historia patria, de seres mitológicos, de almas en pena, de seres sobrenaturales o sobre los orígenes de hechos o lugares, los cuales se considera que realmente sucedieron y en los cuales se cree. Las leyendas costarricenses se componen en su mayoría por relatos de almas en pena, magia o cultura indígena, unidos por la presencia constante de la religiosidad que caracteriza al pueblo costarricense, en su mayoría católico.
(Alajuela, 21 de enero de 1909 – San José, 7 de mayo de 1966) fue un escritor y dirigente comunista costarricense, conocido como Calufa. Frecuentemente considerado como uno de los autores más importantes y emblemáticos de la literatura costarricense, Fallas poseía una manera única de combinar el humor con el realismo crudo y descarnado típico de la época en la que vivió en sus obras
Su vida: Carlos Luis Fallas fue hijo ilegítimo de Roberto Cantillano Vindas, director de bandas militares costarricense, y Adelina Fallas Sibaja. Cuando tenía aproximadamente unos 5-6 años de edad, su madre (de extracción campesina), contrajo matrimonio con Rubén Barrantes, «un obrero zapatero muy pobre»1 y tuvo con él 6 hijas, Emma, Lilly, Betty, Arabella, Esmeralda y Odalía.
Hoy quiero compartir con ustedes anécdotas de la Guerra Civil del 48. En el año 2000 la Facultad de Historia de la Universidad de C.R. tuvo la iniciativa de hacer dos hermosos tomos de niños de la época del 48 que relataron sus historias.
En esta ocasión quiero compartir una de las anécdotas de mi madre, Isabel Estrada Arias, quién escribió y hoy les comparto Aires de Revolución. Mi madre tiene hoy día (Abril, 2020) 83 años.
Doña Isabel Estrada Arias (Chavelita) hoy a sus 83 años (mi madrecita).
Referencias:
Mercedes Muñoz, Editora. Niñas y niños del 48 escriben. Tomo I Primera Edición: 2001.
-¡Hola, ñor José María! Traiga la leña pa bela. ¿Cuánto cobra?
-Sinco pesos.
-¡Abe María grasia plena! ¡Los tres dulsísimos nombres!
-Deje la jesuseadera; yo pido lo que yo quiero y uste ofrese lo que ofresca, que uste manija su plata y yo manijo mi leña, y no hemos de disgustalos por
cuestiones de pesetas. Eso sí, quiero disirle que repare en la carreta, y que espí si está cargada
Con consensia o sin consensia. Si le cabe un palo más me lo raja en la cabesa. Yo soy un hombre legal, feo desilo; pero bea, a yo naide me asariao hasta
l’ ora por mi leña. Esta es quisarra amariyo, laurel y madera negra: de jierro pa consumise, y pa prendese de yesca. Con una leñita asina, se lusen las
cosineras.
-Sí, pero está muy menuda; tres pesos le doy por ella.
-Por cuatro se la baseo.
-Si quiere los tres, basela.
-Se la pongo en tres con seis, nada más que pa que bea que yo si quiero tratar.
-No mejoro la propuesta. Acuérdese ques berano y que anda dunda la leña. ¿Sabe en cuanto compró dos carretadas tía Manuela, la mujer que bibe ayí onde
está echada la perra? ¡En sinco pesos!
-¡Caramba!, de fijo que era de serca. ¿Tal vez jocote o güitite?
-¡Que va pa güitite!… Buena: juaquiñiquil y targuá…
-Puede ser que asina sea. Mas volviendo a nuestro trato se la largo en tres cuarenta.
-Los tres pesos que le dije.
-Arrímeles la peseta y tratamos.
-Ni un sentavo.
-¿Donde le boto la leña?
-¡Abrite el portón, jacinta!
-¡Esta con yabe, tía Chepa!
-Aspérese, boy’abrile,
-¡Gui! ¡Güey biejo sinvergüensa! ¡Confisgao tan pachorrudo! Guí, guí. ¡Jesa, jesa, jesa!
-Éntrela en brasaos pequeños pa librar la chayotera. Coja por este saguan y d’ay crusa a la derecha, y en el rincón de l’esquina me l’acomoda en estebas
de modo que deje paso al común,
-¿Si? ¿De Deberas? ¿Con que quiere de remache que le meta yo la leña y que d’iay se la acomode, y que ha de ser de manera que de paso a la letrina? Dígame,
señora Chepa: ¿no le gusta más pelada y olorosa a yerbagüena, y con lasos en las puntas, y aspergiada de canela, y que además le regale como a moda de
una feria, el chonete, los güeisillos, los calsones, la carreta, y este chuso, y esta faja, y a la sonta de miagüela?
-¡Que hombresiyo tan malcriado!
-¡Cargue pronto con su leña!…
-¡No! Si la boy a dejar pa que la queme de muestra!… ¡Que me alse el Patas el día que güelba a tratar con biejas!
En poco tiempo había cundido por una parte de la provincia de Alajuela, la fama de una imagen milagrosa de San Jerónimo, de la que se contaban cosas extraordinarias, por no decir milagros. Los vecinos de San Pedro de la Calabaza (Hoy San Pedro de Poás, cabecera del cantón de Poás, provincia de Alajuela) y de La Sabanilla (Distrito del cantón de Alajuela. Hoy Sabanilla) se mostraban particularmente entusiastas, y la reputación del santo llegaba ya hasta la propia capital de la provincia, donde, para decir verdad, tropezaba con bastante escepticismo; pero no se debe olvidar que los alajueleños (Nota 3: El autor usa el gentilicio alajueleño, pero el uso que ha prevalecido es el alajuelense para referirse a lo perteneciente o al natural de Alajuela. Fin de la nota 3) son incrédulos empedernidos. Tuvieran o no razón los conciudadanos de Juan Santamaría (Nota 4: El tambor alajuelense, héroe de la guerra de 1856 contra los filibusteros norteamericanos. Fin de la nota 4) en mostrar desconfianza respecto de San Jerónimo, es lo cierto, que ya no había rosario, vela de angelito (Nota 5: Como en Colombia, angelito se llama al niño muerto, siempre que tenga muy poca edad. Fin de la nota 5) ni otra fiesta alguna en que no hallara santo de imagen presente. Todos se disputaban la honra insigne de hospedarlo, aunque fuese más que algunas horas, y sus frecuentes viajes eran triunfales, en medio de lucido acompañamiento que no le escatimaba la música, ni los cohetes, ni las bombas.
<Cuánto me yeva por éste?
-Treintisinco y es botao.
Repare la clasia y béale
la cáscara y el tamaño
y el peso. Sobre una laja
que tenemos en el patio,
se crió como las craturas,
a sus anchas, bien chiniao.
Blasa le puso cariño dende que lo bido en cuajo,
y hasta la fecha di ayer
ha dormido cobijao:
cuando chiquiyo, con chuicas;
ya de adúltero, con sacos.
Hast’ayer, como le digo
que bin’un bandido chancho
di un besino, y al bijiar
qu’en Misa Mayor andábamos,
y qu’el perro que tenemos
estaba bien amarrao,
se dio gusto con los seles;
y si a tiempo no yegamos,
se atoya los desasones.
– <Y diay, nada reclamaron?
–Nada. P’alibio de males
el chanchiyo es del cuñao,
un hombre qu’es malo, bueno
y el mismo patas con guaro.
Blasa me dise: Mirá:
mejor quedate cayao
y pujá pa dentro; es pior
que formemos alegato.
Yo sé que sos di opinión,
por eso es que t’he cuartado.
<Pa qué lo bás a matar
o pa qué salir matao?
<Qu’el hirido o bós herido,
u entriambos a dos baldaos?
Pa que diga la gaseta:
“Ayer tarde en el Naranjo,
por custión di unos ayotes
que se comieron los chanchos,
ñor tal por cual y ñor otro
se dieron unos filasos,
Que la tierra les sea alebe!
Dios los haiga perdonao”!
Tenía una mat’e rosas
lo menos d’este tamaño;
pareci’un altar de Corpos;
pos el chanchísimo chancho
me le dió suelo.
–Caramba;
ya yo l’hubiera matao.
–Usté sí pero yo no.
Sabe por qué no le mato?
Poruqe pa yo qu’ese indino
tiene frutiya y mi aguardo;
ole como los dijuntos;
usa los ojos muy gachos;
tiene las pisuñas suabes
y muy duro el espinaso,
y le dan como tarantas.
–Estará mal arreglao?
–No, le biene de nasión;
al tata lu encanfinaron.
–Era también de su hermana?
–No, de Jasinto Camacho.
En jamás de los jamases
en casa ni an uno han criao,
porque Tata los desía:
tengan perros, tengan gatos,
tengan bacas, tengan güeyes,
tengan mulas y cabayos
y gayinas y poyitos
y chompipes y carracos,
pero Dios guarde me traigan
a la casa ningún chancho.
No quiero esos animales
pa nada, ni sancochaos;
y el día que me traigan uno,
por éstas que se los mato…
–Bueno, bolbiendo al ayote
en treintisincu es muy caro.
–Yébeselo por los treinta.
–Sól’una peseta cargo.
–Arréselo, que caray,
y aguárdese y se lo parto;
es q’entero no le cabe
ni a mentadas en el saco.
– <Yss! tiene las tripas negras
y está muy aguarapao.
–Ya lo bide, no lo yeve…
–Después de tanto cuidalo!…
–Maldita sean los demonios!
<Para chanchadas, los chanchos!
Siempre buscando algo diferente e interesante me encontré está bellísima carta que les aseguro van a sonreír de oreja a oreja durante su lectura. Que lo disfruten!!! Barcelona, 6 de enero de 1900. Señor Licenciado Don Cleto González Víquez Costa Rica. Mi muy respetado y querido amigo: Reitero a Ud., en un todo, los conceptos de mi última carta fecha 27 de diciembre anterior. Sigo mejorando, pero, a paso de tortuga, y mi convalecencia será larga, no menos de tres meses, lo que me contraría infinito pues anhelo vivamente estar ya de regreso. Lo que queda en pie y aterrador es el problema monetario. Con el producto de la venta de mi relojillo y de unas pocas colecciones de estampillas que traje de Costa Rica, aumenté en algo mis flaquísimos fondos, pero, en tanto poco, que apenas si me alcanzarán para tirar del carro de mi perra vida hasta fines del mes corriente.
Ricardo Fernández Guardia muestra su peculiar y fino estilo de historiador en este libro. Desde los albores de nuestra historia hasta el clima de la segunda Guerra Mundial en nuestro país, el autor interpreta, describe y analiza con el tono del gran escritor que fue en vida.
Es muy corriente todavía la opinión de que el descubrimiento y la conquista de América fue una serie de expoliaciones y de crímenes cometidos por aventureros soeces y malhechores sedientos de oro, que solo dejaron en pos de sí el recuerdo nefando de sus iniquidades. Tal es el cargo tremendo que ha venido pesando sobre España, la leyenda negra creada por los enemigos encarnizados de esta gran nación en la época de su hegemonía, a la cual contribuyeron algunos españoles movidos por un altruismo admirable, pero no siempre acompañado de justicia, y que exageraron aún más loe hispanoamericanos durante las luchas por la independencia y posteriormente a éstas. No es posible negar que en este cargo, en esta leyenda negra hay una parte de verdad; pero sostener que todo lo hecho por España en América fue malo, resulta tan absurdo como afirmar lo contrario. De todo hubo, y para pronunciar un fallo justiciero es preciso hacer antes el balance del bien y del mal. ¿Se ha hecho este balance con pleno conocimiento de causa? Sin temor de errar puede afirmarse que no. Hace apenas algunos años que se vienen aplicando al estudio de la obra de España en América los métodos modernos de investigación documental, crítica y análisis mediante los cuales se consigue llegar tan cerca como ea posible de la verdad histórica, y sin embargo ya se han rectificado muchos errores y desmentido no pocas falsedades. La revisión del proceso de la conducta de España en América está en curso. Ha sido emprendida no sólo por investigadores españoles, cuyo testimonio pudiera tacharse de parcial, sino también por extranjeros concienzudos que siguiendo el ejemplo del barón de Humboldt buscan la verdad en sus fuentes…
Don Ricardo Fernández Guardia.
Referencias:
Ricardo Fernández Guardia. Historia de Costa Rica, el Descubrimiento y la Conquista. Cuarta Edición, 1941.
La primera mitad del presente siglo la ocupó sin duda don Ricardo, y la segunda, sin duda también, don Pepe. Fueron dueños y señores de la opinión pública, y tanto lo fueron, que al Licenciado Ricardo Jiménez Oreamuno, tres veces Presidente de la República, y a don José Figueres Ferrer, que por iguales períodos también ocupó la Primera Magistratura del país, el pueblo les conoce simplemente como don Ricardo y como don Pepe. Del primero son muchas las anécdotas que se cuentan, y tantas son que en rueda de amigos, se repite siempre la frase:
-«Como decía don Ricardo», sin recabar ningún contertulio la certeza de su afirmación. Del segundo también se refiere lo mismo. Es común en cualquier reunión informal escuchar a alguien emplear la misma frase: «como decía don Pepe», cuando, tal vez, ninguno de los dos ilustres exmandatarios, nada tuvieron que ver con la afirmación que en su nombre se hace.
Esta ha sido la tradición verbal. En el caso de don Ricardo, muchas de sus sentencias famosas han sido recogidas en varias publicaciones, pero en cuanto a don Pepe, hasta ahora se han limitado a las publicadas por algunos medios de comunicación. A lo anterior se debe que nos hayamos atrevido a emprender esta tarea, que posteriormente habrá de completarse con muchas otras publicaciones, ya que la figura de don José Figueres trasciende fronteras no alcanzadas jamás por ninguno de nuestros próceres.
El título por nosotros escogido para este trabajo responde también a una expresión popular. Cuando aquel inolvidable caudillo, «se salía con alguna de las suyas» (*), las gentes sencillas del pueblo, no obstante lo polémica que hubiese sido su actitud o manifestación pública que hubiese hecho, la justificaban con la siguiente expresión:
¡AH COSAS LAS DE DON PEPE!, con lo que le patentizaban -además- la enorme fe que le tenían.
Por todas estas razones don Ricardo y don Pepe nunca podrán morir, porque son esencia y reflejo de nuestro pueblo, de un pueblo que como al costarricense, nadie mejor que ellos, supieron comprender y amar.
Presentamos una pincelada del significado de la fiesta popular en Costa Rica y sus actividades más tradicionales, tomando como referencia las actividades desarrolladas predominantemente en el Valle Central. Desde la óptica de fiesta tradicional, la misma se caracteriza por ser un espacio comunitario que propicia la participación, la convivencia social, la expresión cultural y gastronómica. Se promueve la identidad local, regional y nacional, se fortalece el sentido de pertenencia que tienen las personas con las costumbres y tradiciones, y se contrapone con la globalización que ha desdibujado las fronteras y ha impactado de múltiples formas a la sociedad.
Este documento presenta los resultados parciales de la investigación “El turno como vivencia colectiva y expresión sociocultural y gastronómica en las comunidades del Valle Central de Costa Rica” inscrito por la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica en la Sección de Extensión Cultural de la Vicerrectoría de Acción Social, EC-317, período 2012-2013.
Investigación y edición de contenidos: Patricia Sedó Masís.
Diagramación y diseño: Alejandra Arrieta Alfaro (Estudiante del proyecto TCU-486)
Enero, 2014.
Se transcribe aquí el artículo Recuerdos de los años 1854-1857, cuando el que escribe tenía 18 a 21 años, de don Francisco ( Chico ) Rohrmoser von Chamier (1836-1919), escrito a solicitud del historiador Cleto González Víquez. Es de gran valor histórico, ya que describe aspectos geográficos y humanos de la capital de Costa Rica durante la época en que se libró la Guerra Patria (1856-1857) contra el ejército filibustero de William Walker. Aunque escrito en 1913, no se publicaría sino hasta en 1940 en el diario La Tribuna. En la presente versión, mediante numerosas notas al pie de página, se hace una interpretación de varios aspectos geográficos e históricos.
Recoge el Instituto .de Alajuela en este libro y las ofrece a la juventud costarricense, algunas de las manifestaciones de alto civismo que se produjeron con ocasión del Centenario de Juan Santamaría, 29 de agosto de 1931. En esa fecha nuestro colegio se convirtió en centro de la ciudadanía costarricense y llevó a cabo, mediante la colaboración del Gobierno y de las mejores intelectualidades del país, una brillante serie ele actos patrióticos que tuvieron verdadero carácter de apoteosis. Cumplió así una de sus fundamentales exigencias sociales el colegio y vio sus esfuerzos coronados por el mejor de los éxitos. Nunca se habían visto en Alajuela festejos tan hermosos y constructivos ni nunca antes de entonces la ciudad había vivido. gracias a la labor de su Instituto, horas de más intenso fervor ni de tan exquisita espiritualidad.
Desgraciadamente no podemos incluir en el libro todo lo que se escribió y dijo; dificultades editoriales y de recopilación del material nos obligan, muy a nuestro pesar, a dejar fuera, páginas que hubiéramos querido insertar pero que no hemos tenido a mano; pedimos cumplidos perdones y esperamos que las deficiencias se excusarán en vista de lo difícil que resulta recoger todo lo que se produce en una oportunidad como la dicha. En cierto modo este libro es una continuación del bellísimo tomo publicado en 1926 por don Luis Dobles Segreda con el sugestivo título de «El Libro del Héroe». Como aquél, éste también es un libro de amor que prueba la devoción de Alajuela y de Costa Rica por sus héroes y por sus tradiciones, y su manera de entender la patria.
CUANDO el famoso crac financiero de 1929, que arruinó a muchas gentes, el Doctor Fernando Quirós Madrigal, médico alienista, debido a varias circunstancias, dejó de recibir la mesada que el Gobierno de Costa Rica le remitía a Alemania para que atendiera al pago de su pensión y de sus estudios profesionales. Desesperado, nervioso, el Doctor dispuso invertir los pocos dineros que le quedaban en comprar billetes de lotería. Había que asomarse a la suerte por la única ventana abierta que es la lotería.
Una tarde, en un café, el Doctor Quirós se dio a la tarea de curiosear los billetes que había comprado; deseaba cerciorarse cuáles eran los premios en efectivo y a cuánto montaban. Pero cuál no sería la sorpresa al ver que el primer premio consistía en un hermoso caballo de raza fina y de carrera…
Uno de sus compañeros, estudiante también, al ver la cara de tristeza que puso el médico alienista al terminar de leer el plan del sorteo de la lotería, le pregunta:
—”¿Qué te pasa, Fernando, que estás poniendo una cara tristona?”.
Y el Doctor Quirós Madrigal no tardó en contestar:
—”Nada, hijo. Que si pegamos el “gordo”, o le pedimos una beca al Gobierno de Costa Rica, O TENDREMOS QUE COMERNOS EL CABALLO”