Las siguientes son una recolección de fotografías de las Iglesias Católicas de la Provincia de San José. Aún estamos trabajando en esta recolección.
Archivos Mensuales: enero 2018
El primer choque de carros en Costa Rica

Corrían los primeros años del siglo XX. La reconocida dama Amparo Zeledón y sus familiares acababan de desayunar con suculento gallo pinto. Estaba ella en su residencia, allá en el este de la capital.
Mientras, en el oeste de San José, en moderna mansión, un distinguido caballero, don Francisco “Chico” Montealegre, acababa de encresparse su bigote, dispuesto a enfrentar una nueva aventura automovilística.
Dama y caballero eran de familias de mucho linaje. Ella, de la casa de los Zeledón, de la misma familia de don José María Zeledón, nada menos que el autor de la letra de nuestro Himno Nacional.
Don “Chico”, por su parte, era del abolengo de los Montealegre, el rico clan cafetalero de José María Montealegre Fernández, Presidente de la República en el siglo 19 (1860-1863).
Eran los únicos que tenían carro.
Corrían también los tiempos en que en San José no se conocían señales de tránsito. Nadie sabía de vías demarcadas, ni de “Altos”, ni de “Ceda”. Menos de semáforos, de “agujas” para pasos de tren. Tampoco, existían licencias de conducir, ni inspectores de tránsito (Conste que no digo que ahora hayan suficientes). En 1900 había llegado el primer carro a Costa Rica.
Los peatones andaban tranquilamente por media calle y aceras. Confiados en que jamás un carro podría atropellarlos.
Solamente, allá, de vez en cuando se escuchaba el rugir de un motor de auto, corriendo por las calles josefinas, lo cual causaba gran alboroto entre los ciudadanos, quienes se persignaban al ver pasar aquella “máquina de muerte”, como la llamaban popularmente.
Precavido, como siempre y para que le dejaran las calles despejadas, aquella mañana don Chico llamó por teléfono a doña Amparo para avisarle que saldría con su carro a dar una vuelta por San José.
– Buenos días, doña Amparito. La llamo para decirle que hoy estaré recorriendo las calles con mi carro. Le aviso para que no saquen el de ustedes.
– Muchas gracias, don Chico, por prevenirnos. De por sí hoy no teníamos planeado sacarlo. Qué Dios me lo proteja y lo lleve con bien. Vaya usted con Dios y muchas gracias, respondió doña Amparo.
De poco sirvió aquella advertencia. Un rato después se presentó una emergencia en casa de los Zeledón y se vieron en necesidad de sacar el “chunche”. Y, lo peor, ya no había forma para avisar a don Chico…
Y sucedió lo que tenía que suceder. Minutos después, en las inmediaciones del Parque Central, cuando uno de los carros circulaba de este a oeste y el otro de sur a norte, colisionaron en una esquina, estrepitosamente. Solo hubo daños materiales.
Referencia:
- crhoy.com. Hubert Solano. Julio 31, 2016.
Las Mascaradas en Costa Rica
Cuántos de niños no fuimos perseguidos por uno de estos personajes típicos enmascarados, el diablo, la calavera, la giganta….y quizás hasta nos dieron con el famoso chilillo que llevaban. Parece que fue ayer donde por la ventana de mi casa yo veía cómo perseguían a mis hermanos mayores y mi corazón palpitaba con emoción y susto. Gratos y emocionantes recuerdos. Es por eso que aquí les dejo la historia de las famosas mascaradas de la Costa Rica de antaño.
La mascarada popular de tradición colonial tuvo un resurgimiento en el país, en La Puebla de los Pardos de Cartago, en la misma época en la que se construyó el Teatro Nacional de Costa Rica y en la que se fundó la Escuela Nacional de Bellas Artes, a finales del siglo XIX. El contraste de esta manifestación cultural festiva, carnavalesca y satírica callejera con la opulencia del nuevo teatro josefino, símbolo de modernidad, progreso y europeización, es una de las numerosas muestras de la rica diversidad y complejidad de la historia de la cultura y del arte costarricense.
Las primeras mascaradas latinoamericanas coloniales fueron traídas de España, donde se conocen como “Gigantes y cabezudos”, que tienen su origen en la vida popular de la Europa medieval.
Al llegar a América, la tradición fue ramificándose, poco a poco, en distintas variantes regionales, gracias al sincretismo o mestizaje cultural, ya que el uso de máscaras en festejos y rituales también fue un rasgo propio de muchas culturas prehispánicas.
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Moda y Sociedad en Cartago en los siglos XIX e inicios del XX.
Les comparto este interesante artículo que me encontré sobre la moda y sociedad en Cartago. Este artículo nos ilustra como era ese tiempo en la sociedad cartaginesa, su moda y sus actividades sociales. Disfrutenlo.
En el proceso de modernización, tanto de carácter infraestructural como cultural que experimentó la ciudad de Cartago a mediados del siglo XIX y los albores del siglo XX, la ropa se convirtió en un símbolo de distinción y de estatus. Para las élites, no sólo importaba decorar con lujo el hogar o comportarse de una manera determinada, sino también vestirse apropiadamente para cada ocasión.
La manera de exhibir los diseños de moda, ajuares, pañolones o chales bordados, de parte de la elite cartaginesa, era asistiendo a eventos o actividades de tipo religioso (Semana Santa, Año Nuevo, Pascua de Reyes o fiestas patronales), rezos, bautizos, casamientos, bailes (de familia o en los salones del Palacio Municipal), picnics (en la hacienda El Molino), conciertos y veladas artísticas o posando ante la lente del fotógrafo. Las fotografías de los miembros de la élite, por ejemplo las de la familia Pirie, resaltan visualmente la idea de poderío económico y social, evidente, entre otros aspectos, por la ropa que usaban.

Crónicas literarias y relatos de viajeros hicieron mucho énfasis en la calidad de los trajes que las damas y los caballeros lucían para dichos eventos sociales. Seguir leyendo Moda y Sociedad en Cartago en los siglos XIX e inicios del XX.
Templo de Nuestra Señora de los Desamparados, San José.
Autor: José María Barrantes. Año 1945

Referencias:
- Costa Rica Guía de Arquitectura y Paisaje
- Fotografías de Internet.
- Video de Josué Artavia. Para suscripciones aquí les dejo el link. (https://www.youtube.com/channel/UCiXyDJdw28L8W1U8i-mlptw
Antigua Municipalidad de Moravia hoy Casa de Desarrollo Humano, San Vicente, San José, 1901-1950.

La estructura de este edificio es de mampostería. Está revestida con mortero en el zócalo y las superficies superiores y con madera en la estructura interna y los acabados. El techo y su cubierta, de pronunciada gradiente, acentúan la esbeltez del volumen. Dos pabellones frontales detallan sus hastiales con óculos o linternillas y un ligero portal anuncia la centralización y la simetría de la composición.
Este edificio ha sido restaurado totalmente por la Municipalidad de Moravia en el año 2023 y convertido en la «Casa de Desarrollo Humano» donde la comunidad moraviana disfrutará de exposiciones y otras actividades artísticas y culturales José (Aporte de Ruperto Arce Delgado).
- Costa Rica Guía de Arquitectura y Paisaje.
- Fotografías de Maritza Cartín y otras de Internet.
La vela de un angelito.
Estaré compartiendo con ustedes estas bellas Concherías de nuestra tierra, la Costa Rica de Antaño. Espero que les guste.
Trata del velorio de un niño pequeño, comparado con un ángel. Todos los invitados celebran, bailan, comen y beben por montones; celebrando a la propia vida.
Apenas el rezador
pone fin a lo que reza,
cuando sale a relucir
la hidrópica botijuela. Seguir leyendo La vela de un angelito.
Templo Católico San Isidro Labrador. San Isidro, Vázquez de Coronado, San José, 1901-1950.
Autor de la obra: Teodorico Quirós. 1930-1935

Actualmente el Cantón de Coronado tiene una magnífica Iglesia, una obra de arte de estilo neogótico, que es realmente un monumento histórico arquitectónico de las generaciones pasadas.
Antes de que se construyera este imponente templo existía una pequeña iglesia en el mismo sitio donde se edificó la actual, por ser considerada como un lugar apropiado, por ser una llanura, por tener una hermosa vista al valle de San José. El padre Rubén Fernández llamó al Arq. Teodorico Quirós y le encargó la confección de los planos de la nueva iglesia por los que cobró 4 mil colones, pero se le pagaron 3 mil 600 por un atraso que hubo.
Seguir leyendo Templo Católico San Isidro Labrador. San Isidro, Vázquez de Coronado, San José, 1901-1950.Antigua Hacienda la Lornessa, Santa Ana. Hoy Centro de Conservación de Santa Ana, 1751-1800

Templo Católico Santa Ana, San José, 1851-1900.

En l870, se inició la construcción del templo católico. Fue don Ezequiel de Jesús Morales quien sintió la necesidad del pueblo de Santa Ana de levantar un templo y cimentar el pensamiento religioso como rector moral. Pasando a la acción don Matías Robles regala la tierra. Don Ramón Pérez diseño y dirigió la construcción que a partir del 19 de marzo de 1870 creció hasta terminarse el 1880. En 1884 llegan las primeras imágenes, y por encargo de don Ezequiel de Jesús Morales.
Seguir leyendo Templo Católico Santa Ana, San José, 1851-1900.Antigua Capitanía de Puntarenas, 1901-1950.
En 1938, durante la administración de León Cortés, fue construida la actual capitanía; donde se administraba la importación y exportación. Con un estilo colonial, se encuentra junto a la entrada del muelle. Tanto en el pasado, como en el presente, este sitio alberga empleados gubernamentales de diferentes instituciones como del Instituto Costarricense de Puertos del Pacífico y en la actualidad a funcionarios del área de turismo y seguridad pública. Seguir leyendo Antigua Capitanía de Puntarenas, 1901-1950.
Estaciones del Ferrocarril al Pacífico
Iglesia de Esparza, Puntarenas
La primera ermita de Esparza data de 1574, así como el Convento de San Lorenzo, cuyo primer cura fue fray Diego de Guillón; en 1576 fue erigida en Parroquia, dedicada a Nuestra Señora de la Candelaria; actualmente sufragánea de la Diócesis de Puntarenas, de la Provincia Eclesiástica de Costa Rica.
Hermosa vista del Templo Parroquial de la Ciudad Primada del Espíritu Santo de Esparza, Puntarenas, Costa Rica.
Fotografías de Maritza Cartín
La Ciudad del Espíritu Santo de Esparza fue fundada en el Valle de Coyoche, en el año 1574.
En el año 1676, tenía población de 100 habitantes, según documentos de la época.
En 1686, los piratas ingleses, al mando de Cook saquearon la ciudad, obligando a sus habitantes a retirarse hacia el interior del país. Años más tarde, fue nuevamente saqueada por el pirata Morgan y sus bucaneros.
En 1693, el entonces gobernador, don Manuel Bustamante y Rivero, reunió a los habitantes del Valle que se encontraban dispersos y les obligó a construir casas y formar una ciudad en el sitio que hoy ocupa Esparza.
En 1718, don Diego de La Haya Fernández, Gobernador de nuestro país, en documento para la historia, describió a la ciudad en los siguientes términos:
“Se compone de una iglesia de horcones, paredes de barro, cubierta con teja. Un Convento de San Francisco hecho del mismo material. Catorce casas de familias españolas y algunas gentes sencillas y pobres”.
La Historia y la leyenda se confunden en Esparza, uno de los pueblos de mayor edad en nuestro país. Es así como han ido surgiendo algunas leyendas como la de “La Campana de Oro”, que hace referencia a una campana robada por el pirata Morgan, o la leyenda de “La Quebrada del Cura”.
Referencias:
- Información brindada por Roberto Pereira, Forcos
- Fotografías de Internet.
Y aquello era una fiesta!
Cualquiera que haya hecho ese viaje a bordo del tren al Atlántico, más conocido bajo el seudónimo de “El Pachuco” (para los ferrocarrileros el Nº 101), concordarán en que hablo de una experiencia inolvidable, llena de colorido y folclor.
Por que no solo un medio tranquilo y oportuno de transporte, no, con él llegaba la vida a los pueblos.
La gente usaba su mejor traje (el de “dominguera” que llamaban) para viajar e incluso salir a verlo pasar. Desde muy temprano se levantaba a los chiquillos, se les daba el desayuno, que por lo general era “burrita” con huevo frito, tal vez plátano o banano, la cosa era que quedara lleno, para que no quedara pidiendo “cochinadas de camino”, después se le vestía y peinaba con bastante “glostora” para controlarle el pelo rebelde, no sin antes sermonearlo o advertirle, so pena de un cosco, que cuidara de no ensuciarse, ni andarse “encaramando” en todo lado, ni andar pidiendo porque “no se anda plata” y mucho menos ponerse a jugar en el coche, en síntesis: “Va a andar sosega’o”. Una vez amonestado, se sacaba al “querubín” a mirar aquel pueblo ambulante entre los coches azules.
Ya desde que los vecinos lo veían a uno “catrineado” le soltaban la pregunta “Aja vecina ¿vade paseo? Y casi siempre la respuesta era menos emotiva: “No que va, mandaditos”.
En cada estación era lo mismo, ir y venir de gentes (y “gentecillas”) apuradas para tomar el tren o para recibir algo o alguien. No faltaban las tristes despedidas también, tal vez del hijo que dejaba el terruño para estudiar o trabajar allá en “la capital”, o enamorados que por una u otra razón se alejaban con un beso en la grada del balcón y una lágrima. Los solitarios, aburridos miraban, quizá con nostalgia, por las grandes ventanas todo aquel movimiento.
Una de las estaciones más bellas y dinámicas, era la de Siquirres, “la ventana del Caribe”, para los capitalinos.
Allí siempre estaban sus negros hablando a voz fuerte en inglés, mientras cargaban cacao en los vagones, siempre audibles entre el ruidoso gentío, los grotescos escapes del tren al detenerse y la campanilla de patio que encendía la locomotora.
Otros, que sabían hacerse oír, eran sus comerciantes de alimentos tradicionales, quienes con ingeniosos estribillos publicitarios captaban la atención. ¿Quién no recuerda a una señora bajita y gorda, con un delantal blanco y limpio que se paseaba con una enorme palangana de aluminio gritando: “pescado, bofe chicharrones”? ¿O aquel negro corpulento de caminar ligero que vendía (y aún vende) “pati” cerrando sus frases con un silbido fuerte y rítmico? Si, ese que decía “llévelo, rico, caliente el pati de Lay”. Silbaba y volvía con: “pruébelo, delicioso con chile, pati de Lay”.
Igual podríamos memorar a la negra que con una tina grande sobre la cabeza a la usanza africana, ofrecía “pan_bon y cocadas”, al negro flaco que traía cajetas de coco sobre las hojas de naranjo y melcochitas blancas con franjas rojas, al popular “Boli” (diminutivo de Bolívar) quien se ganaba la vida con sus deliciosos copos y granizados, entre otros que aprovechaban los minutos que permanecía el tren para no solo hacer sus “centavitos”, sino también culturizar con sus platillos a los viajeros, que ya esperaban esa cálida bienvenida de aquel pueblo alegre, que con cariño nombraban “La Siquiera”.
Muy lamentablemente “El Pachuco” ya no recorre las venas de hierro de la provincia. Su pito lejano que encendía la algarabía se ahogó entre excusas burocráticas y provecho de algunos pocos, para “consuelo de tontos”.
Más su inmenso legado y bellos recuerdos, esos no nos abandonarán nunca.
Referencias:
- Cuentos y leyendas, anécdotas e historias de Vida. Provincia de Limón, editado por Yanory Álvarez Masís, del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, Certamen de Tradiciones Costarricenses, 2008
TEMPLO CATÓLICO SAN ANTONIO DE PADUA, SAN ANTONIO, ESCAZÚ, 1901-1950.
Fotografía de Wikipedia
Distrito segundo del cantón de Escazú, San Antonio fue desde la época colonial un paraje de vocación agrícola habitado de manera dispersa, que satisfacía las necesidades espirituales de sus habitantes en la iglesia de San Miguel, en el centro cantonal.
A inicios del siglo XX los vecinos del lugar sintieron la necesidad de construir su propia ermita en el sitio más conveniente para todos ellos, por lo que contrataron los servicios del ingeniero costarricense Guillermo Jiménez Gargollo para que determinara, previo estudio y medición, el centro exacto del distrito.
Seguir leyendo TEMPLO CATÓLICO SAN ANTONIO DE PADUA, SAN ANTONIO, ESCAZÚ, 1901-1950.