El paso del Cometa Halley y el Terremoto de Cartago de 1910.

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El Cometa Halley, 15 de mayo 1910.

El espectacular paso del cometa Halley en 1910 provocó, en todo el planeta, las más diversas inquietudes y especulaciones, que fueron sistemáticamente alimentadas por el sensacionalismo periodístico. Diarios y revistas, que competían por capturar la atención de las nuevas audiencias de lectores populares, no vacilaron en difundir los más extraños vaticinios.

Aunque abierta a todo tipo de conjeturas, la prensa resaltó tres graves amenazas que suponía el fenómeno celeste: primero, una colisión del Halley con la Tierra; segundo, la contaminación de la atmósfera por la cola del astro (con el consiguiente envenenamiento del aire), y, tercero, una fuerza de atracción tan excesiva ejercida por el cometa, que provocaría terremotos y enormes mareas.

Costa Rica no se exceptuó de este proceso, que se intensificó a medida que se aproximaba la fecha de mayor acercamiento del Halley (18 de mayo), a la que la prensa confirió un carácter apocalíptico. Esta connotación cobró fuerza por el terremoto que destruyó a Cartago el 4 de mayo. Colisión. La profunda y extendida alarma que provocó el Halley se aprecia en algunas de las informaciones dadas a conocer por la prensa. Según el periódico El Pacífico, un grupo de vecinos de Puntarenas se trasladó a Esparza y a diversos lugares del Valle Central debido al temor a una enorme marea.Pedro Nolasco Gutiérrez

Pedro Nolasco Gutiérrez.

Aun en las áreas rurales, había vendedores ambulantes que, según algunos testimonios, ofrecían bolsas o botellas de aire y, de acuerdo con un viajero, los habitantes de varias comunidades guanacastecas, por las que pasó el 17 de mayo, creían inevitable la colisión con el astro:

“Era una verdad irrefutable para todos aquellos pobres moradores [‘] que el día siguiente era el último de la peregrinación de la humana especie sobre este valle de lágrimas. El día 17 guardaron toda el agua que pudieron hasta en las jícaras y en el más viejo cacharro porque tenían por un hecho el que el 18 estarían envenenadas las aguas de todos los ríos y de todas las fuentes”.

Según el viajero indicado, algunas de esas personas le aseguraron haber “visto aves con estrellas en el pico”; pero lo que más lo impresionó fue lo siguiente:

“El miedo era espantoso; las escuelas fueron cerradas; muchas personas no comían para hacer penitencia; algunas viejas se hincaban sobre piedras grietosas en la plaza [‘], y en todas partes entonaban a gritos el Avemaría y el Alabado sea el Santísimo, formando una algarabía infernal”.

El importante papel desempeñado por la religión no debería sorprender, no sólo porque la población del país era predominantemente católica, sino porque, según una denuncia publicada en La Prensa Libre el 28 de abril, algunos sacerdotes “sin ningún empacho desde el púlpito y el confesionario instan a sus feligreses al pago de misas y limosnas, pretestando [sic] de grandes catástrofes [que] se nos esperan, que nuestras almas necesitan prepararse para emprender el viaje al otro mundo”.

El Estado interviene. Desde febrero de 1910, el alarmismo promovido por la prensa empezó a ser combatido por un científico suizo radicado en Costa Rica, Juan Rudín, quien puso su telescopio al servicio de las personas que quisieran observar al Halley. En una nota publicada por La Prensa Libre el 16 de mayo, Rudín aconsejaba:

“Vale la pena que toda persona emprenda una lucha seria con las cobijas á las 4 a. m. pues no es muy probable que los que hoy viven tengan otra oportunidad de ver cosa parecida. Si ahora hacemos ver este espectáculo a nuestros niños, algunos de ellos se dirán, por allá en el año 1986 poco más o menos: ‘Ah! este es el mismo Cometa Halley que vimos con mi papá cuando se destruyó Cartago por un terremoto’”.

Los esfuerzos educativos de Rudín encontraron su principal adversario en Pedro Nolasco Gutiérrez, un empleado del Observatorio Nacional y autor de un célebre Almanaque popular, que había empezado a publicar en 1893. Gutiérrez era un astrónomo aficionado que contribuyó significativamente al sensacionalismo periodístico pues vinculó el paso del cometa con diversos desastres.

La Prensa Libre del 9 de mayo publicó un artículo en el cual se expresaba: “Sin querer alarmar, don Pedro Nolasco dice que siempre es bueno temer algo del 10 al 12 y luego del 14 al 24. Esto por cálculos que tiene de series de temblores y épocas que coinciden con el Estado planetario actual e influencia que pueda establecer en él la presencia del cometa”.

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Pedro Nolasco Gutiérrez.

Por tanto, en este contexto, el gobierno de Cleto González Víquez (1906-1910) encargó a Rudín la elaboración de un trabajo titulado ¿El peligro del cometa Halley?, obra “escrita para el pueblo [‘] para ser distribuida gratis entre los campesinos, a fin de evitar los temores que el cometa inspira sin fundamento alguno”. Positivismo e industria cultural. En ese folleto, que empezó a circular a finales de abril con una tirada de 5.000 ejemplares, Rudín manifestó que la cola del Halley “ha sido siempre, en tiempos pasados, el terror de la humanidad; lo es hoy para todos los que creen todavía en las brujas y en la carreta que camina sin bueyes, y lo será siempre para todos los que sólo se preocupan de conseguir suficiente cantidad de frijoles para llenarse el estómago, y nada más”.

A diferencia de quienes sustentaban tales creencias, según Rudín, “hay muchas personas que desean darse cuenta de lo que hay en realidad con esa cola, para ellos escribo lo que sigue, y los demás están en libertad de encender candelas y poner limones en cruz á su gusto”.

La molestia que se vislumbra en las palabras de Rudín se relaciona con los límites del proyecto civilizador emprendido por los liberales costarricenses en las últimas décadas del siglo XIX, uno de cuyos propósitos era transformar las culturas populares en un sentido secular, positivista y capitalista.Resultado de imagen para biografia de Pedro Nolasco Gutierrez, costa rica

Ciertamente, la reforma educativa de 1886, al extender la alfabetización popular, sentó la base para una más amplia difusión de los valores liberales; pero, a la vez, facilitó que la industria cultural, en su búsqueda de más lectores y espectadores, promoviera creencias y visiones de mundo muy diferentes.

Inmersos en una dinámica de mercado, la prensa, el teatro y más tarde el cine revalorizaron un conjunto de creencias populares que, de acuerdo con las concepciones liberales y positivistas, no eran más que supersticiones. La tensión cultural que resultó de este proceso, fue captada muy claramente por Rudín:

“¿Acaso no es ridículo o, más bien, desconsolador, el ver lo que pasa hoy? El miedo, consecuencia de la superstición y de la ignorancia, ni permite a la gente gozar de un sueño restaurador; día y noche las preocupaciones les persiguen [‘] y parte de nuestra prensa aumenta este terror por sus artículos insensatos y aseveraciones falsas que no demuestran más que una negra ignorancia en los encargados de ilustrar a sus compatriotas”.

Referencias:

  • El Paso del Cometa Halley. Autores: Ivan Molina Jiménez y Steven
  • Guiselle Mora. Periódico La Nación.  Suplemento Proa. 21 de enero del 2007.

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