
El progreso de las comunicaciones telegráficas en el mundo dependía ineludiblemente, de la posibilidad donde el servicio pudiera trascender la unión de distintos puntos a través de líneas; a un sistema que recurriera a las ondas de radio. La nueva modalidad implicaba la comunicación sin hilos cablegráficos, y la simplificación a aparatos receptores y transmisores.
Desde 1914 empezó a cobrar fuerza en nuestro país, el interés por las comunicaciones de este tipo, cuando el profesor José Fidel Tristán, realizó los primeros ensayos en el Liceo de Costa Rica, como parte de una serie de inquietudes científicas, que deseaba promover entre sus alumnos. a inicios de la década de 1920, ya existía comunicación inalámbrica entre el Liceo de Costa Rica, la escuela Normal, el Seminario diocesano y los periódicos Diario de Costa Rica, La opinión y La tribuna.
El 10 de abril de 1920, el Gobierno de la República decidió, en vista de la trascendencia futura de las comunicaciones, emitir el decreto Nº 34 que señalaba a la telegrafía y la telefonía inalámbrica, como servicios de utilidad pública, que debían estar en calidad de monopolio estatal. De seguido se promulgó la ley Nº 39 del 16 de Julio de 1920, que estableció la urgente necesidad de contar, con un eficiente servicio de comunicación dentro del país e internacional. El argumento dado a favor de su instalación, hacía hincapié en la obtención pronta y oportuna, de noticias e información relativa al comercio, la industria y las relaciones sociales. Para tal efecto se autorizaba al Poder ejecutivo la inversión de ¢250.000, para la compra e instalación, de una estación telegráfica o radiotelefónica con potencia suficiente como para obtener comunicación con el resto del mundo. El 5 de Mayo de 1921, para hacer efectivo el decreto de instalación, se firmó un contrato con los ingenieros Ricardo Pacheco Lara y José Joaquín Carranza Volio. Ellos, además de dirigir la construcción, debían hacerse cargo del mantenimiento de las instalaciones, que terminaron por construirse en la comunidad de Paraíso de Cartago. De igual manera, el 18 de octubre de 1921, el gobierno de la República de México, presidido por Álvaro Obregón dispuso, generosamente donar a nuestro país el equipo, para instalar otra estación inalámbrica. Acto seguido, el 28 de Junio de 1922, en la dirección General de telégrafos, se decidió conformar una comisión integrada por José Fidel Tristán, Agustín Sagot y Manuel Vázquez con el objetivo de, escoger el sitio donde instalar la estación. Entre los lugares que se habló estuvieron: San Antonio de Desamparados, la calle que conduce a Zapote cerca del Río Ocloro, las inmediaciones de la Aduana Central o las vecindades del Hospicio de Incurables.
Un nuevo decreto del 8 de Septiembre de 1923, autorizaba al Poder ejecutivo, la ampliación del presupuesto en ¢125.100 para que se colocaran cuatro nuevas estaciones radiográficas: las dos primeras en el Pozo y Puerto Jiménez del cantón de Osa, la tercera en Sixaola del cantón de Talamanca y la cuarta en San José. La que se emplazaría en la capital, correspondía a la donada por México, y se eligió como punto de instalación finalmente el Llano de La Sabana. No obstante, se argumentó, que se debía tener el cuidado, que la estación radiográfica no alterara ni entorpeciera la expansión y el recreo de los deportistas y visitantes, que asiduamente concurrían al Llano; según lo establecido en la ley de protección del Llano de la Sabana Nº 151 del 16 de agosto de 1923.
El sitio preciso que se escogió, para la construcción del edificio de la estación Inalámbrica de La Sabana se ubicó, frente al costado Noreste del estadio Nacional, dando a la calle interna que conducía a Escazú y que se hallaba pavimentada (era una prolongación del actual Paseo Colón). asimismo, el 9 de Septiembre, un día después de emitido el decreto, el rotativo Diario de Costa Rica anunciaba, que el Subdirector General de telégrafos Agustín Sagot, había logrado el beneplácito del gobierno para que se abriera anexa a la estación del inalámbrico una oficina telegráfica y postal.
En los talleres de obras Públicas, se elaboraron las torres del inalámbrico, de acuerdo con las indicaciones técnicas suministradas, por los ingenieros mexicanos G. Reuthe y Luis Sánchez, quienes vinieron al país para tal efecto, y en similar misión a la desempeñada en varios países de américa. Para el mes de octubre de 1923, ya en La Sabana se estaban construyendo los anclajes que sostendrían las torres.

El 20 de Noviembre de 1923, se dispuso otorgar la construcción de la casona, que serviría de oficinas al empresario Fernando Doninelli Pozzi, según contrato autorizado por Fernando Cabezas Zaldívar, en su calidad de director General de obras Públicas. entre las condiciones más relevantes se establecía, que las paredes de la casona serían de bahareque, la armadura de las estructuras, cielo raso, puertas y ventanas de maderas de buena calidad (cenízaro, pochote y cedro amargo) y la cubierta de teja. de acuerdo con la adjudicación, las obras deberían estar listas para el 1 de Febrero de 1924, cuando se fijó el costo en ¢26.500.00. el 21 de Septiembre de 1925, se le reconocieron a Doninelli ¢5.800.00 adicionales, al argumentarse pérdidas por alza de jornales y precio de materiales; con motivo de los terremotos de Marzo de 1924.
El 9 de enero de 1925, año y tres meses después que se instalaron las basas y las torres de transmisión, se acordó su reubicación, alegándose que en el futuro podrían estorbar el aterrizaje de aviones. La disposición se tomó, ante la inminencia de que el Llano empezara a ser utilizado como posible campo de aterrizaje. Situación que en realidad ocurrió, a partir de la década de 1930. Para la ejecución de las labores de extracción de las basas y de reubicación de las torres, se firmó un contrato con la empresa de José María Sancho, por valor de ¢3.820.00. La negociación establecía, la remoción de 13 basas enterradas a una profundidad de 8 metros, elaboradas en concreto y con un peso no menor a 2.000 kilos cada una.
Desde el punto de vista operacional, la estación del Inalámbrico de La Sabana, empezó a brindar servicios de comunicación hacia México y al resto de Centro América; sirviendo asimismo, como central para la red nacional.
A pesar que las torres del inalámbrico fueron reubicadas, hacia la parte Sur del Llano, para prever y permitir el aterrizaje de aviones en la parte Norte, este hecho no sería suficiente para sobrevivir. El ocaso de la estación se daría a mediados de la década de 1930, cuando por decreto del 15 de abril de 1936, se derogó el permiso de funcionamiento en el sitio y se ordenó el desmontaje de las torres, anclajes y demás construcciones levantadas en el Llano de Mata Redonda, con excepción del Estadio Nacional. La medida también supuso la eliminación del Bosque de los Niños, ante la inminencia de la construcción de la pista trasversal del nuevo Aeropuerto Internacional de La Sabana. Sin embargo, la casona aún cuando dejó de funcionar como oficinas del inalámbrico, lograría perdurar hasta el presente.
Usos de la Casona:
-El edificio primero funcionó como una estación inalámbrica y allí albergó el telégrafo y la telefonía hasta 1936.
-Luego se usó para el aeropuerto (de 1940 a 1955),
-Lla casa del guarda del Nacional.
-Oficinas durante 15 años de los Boy Scout.
-Por último se empleó como bodega del Icoder y de la Fedefutbol.
Hoy en día está abandonada y en gran deterioro, aunque fue nombrada Patrimonio Arquitectónico.
Referencias:
Carlos Manuel Zamora Hernández. La Sabana. Ministerio de Cultura y Juventud.
Fotografías, Oscar Gutiérrez Mora para Mi C.R. de Antaño.
También fué la primera sede de la Revisión Técnica Automotriź. A mi me tocó llevar mi carro a revisión ahí.
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Excelente información! Gracias! Saludos!
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La revisión técnica estaba al costado norte de la casona.
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Gracias por su comentario!
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