
Aproximadamente en 1950 se fundó un espacio donde la viveza del color, la espontaneidad del trazo y las incontables texturas estimulan la creación. Un espacio de crecimiento, reunión e intercambio fue el sueño de Olga Espinach.
Hoy, la Casa del Artista es recordada con aprecio por aquellos que cruzaron sus mil y una puertas, los que acompañaron la institución a lo largo de sus constantes desalojos y los que allí trazaron las bases de su carrera estética.
