La cocción de alimentos con leña o carbón era una práctica común en la década de 1970, aún en zonas urbanas de San José.
Hace más de cuatro décadas, el acceso a la información no era tan rápido ni eficiente como en la actualidad. Las familias se enteraban de que se suspendía la energía eléctrica hasta en el momento que sucedía, sin conocer por cuántas horas se iba a prolongar el problema. Además, muchas personas mantenían la tradición de cocinar algunos alimentos con leña o carbón, razón por la cual era común que se mantuviera un pequeño fogón o un anafre en el patio. Pocas eran las personas que cocinaban con gas, por lo que la preparación de alimentos con carbón o leña era una práctica generalizada.

La palabra anafre proviene del árabe nafih que significa “que se le sopla”. Quizás porque para encender la llama de este había que soplar o hacer viento para que el fuego de tornará estable.
El anafre tiene la ventaja de ser un equipo sencillo y portátil, y se podía trasladar de un lugar a otro sin mucho cuidado, al contrario de los fogones que generalmente se mantenían en espacios fijos.
.jpg)
De herencia ancestral, los anafres antiguamente se elaboraban con arcilla o piedra. Su diseño era una sola pieza, cuadrada o redonda, que disponía en un lado de un orificio por donde se colocaba el carbón sobre una corta rejilla para facilitar la caída de ceniza, y una rejilla en la parte superior para la colocación de uno o dos recipientes.
En nuestro caso, mi papá construyó un pequeño anafre con ladrillos rojos y lata para la cocción con carbón, mismo que se compraba a un carretonero que de forma periódica recorría las alamedas del barrio ofreciendo el producto.
Cuenta la historia que en Costa Rica solían fabricar estos anafres de las latas vacías de manteca que se usaba en aquellos tiempos. Lastimosamente no pude conseguir una foto. Sin embargo, me encontré una hecho de lata que pudiera ser parecido a los que se hacían aquí.
/arc-anglerfish-arc2-prod-gruponacion.s3.amazonaws.com/public/5DLCEIH6HNFNZARTQCS44M3NJM.jpg)
En mi mente infantil, la suspensión de la energía eléctrica significaba una gran fiesta, dado que las rutinas en la casa se paralizaban, para iniciar con tareas interesantes que se convertían en un juego que disfrutaba plenamente.

Luego de esperar un par de horas con la esperanza de que “llegara la luz a la casa” y nada, mi mamá procedía a instalar la cocina en el patio. Se colocaba una mesa con algunos utensilios de cocina básicos para iniciar con la tarea de preparar el almuerzo. La carne que estaba lista para prepararse en el comal, se convertía en una exquisita carne asada; aunque por el acontecimiento, toda la cantidad de carne disponible para la semana se consumía ese día, dado que cuando se asaba carne, el apetito de las personas se incrementaba. Cuando había escasez de carne, la segunda opción era una deliciosa torta de huevo.

Los plátanos que colgaban de un racimo, se colocaban sobre el carbón encendido, y en un comal con manteca y cebolla, se majaban unos frijolitos. Pronto, mi tía Emilce llegaba de la pulpería con el queso y la natilla para preparar unas exquisitas tortillas aliñadas, las cuales comenzaba a preparar una vez terminado el almuerzo, para la merienda de la tarde.
Entienden ahora, la razón del ¿por qué para mí significaba una fiesta que en la casa no hubiera electricidad?
Al concluir la preparación de los alimentos, cerca de medio día, mi papá llegaba a la casa y se encontraba con la sorpresa de un menú diferente, quien también disfrutaba enormemente, al igual que yo, la comida preparada al calor del anafre.
Referencias:
- Patricia Sedó, octubre 2014. Proyecto TCU-486.
- Fotografías de Internet
- Video Informe 11.