Las Brújas de Escazú, Leyendas Costarricenses.

La ciudad de Escazú, ubicada en el Valle Central, es famosa en Costa Rica por ser un pueblo prolífico en la producción de mitos y leyendas, de modo que es conocida en Costa Rica como «La Ciudad de las Brujas». La población existía ya antes de la llegada de los españoles (con el nombre de «Itzkatzu»), y fue una de las primeras villas en poblarse durante la colonia (alrededor de 1600).

El origen de la leyenda de la existencia de brujas en Escazú es antiguo. El Acta de la Independencia Centroamericana, aceptada en Costa Rica el 29 de octubre de 1821, estipula que en la autonomía se deben de dar una serie de condiciones, entre ellas, tener como única aceptada en el país la religión cristiana católica. Los judíos escazuceños, entonces, empezaron a reunirse a escondidas en el subsuelo de Escazú, así como en sinagogas ocultas en el interior de edificios. Ya que en esos ritos la mayoría de las invocaciones a Dios y ruegos se dan en idioma hebreo, y como los rabinos vestían de negro, la gente comenzó a creer que eran brujas, realizando hechizos o aquelarres. Otra versión más popular afirma que la leyenda proviene del hecho de que en Escazú existían (y aún existen) gran cantidad de curanderas, a las que a veces se les llamaba brujas.

Una bruja sobrevuela sobre su escoba los cielos en el escudo del cantón de Escazú.

Entre las leyendas de brujas más conocidas de Escazú están: la bruja Zárate, quien tiene un encanto en la Piedra Blanca de San Miguel de Escazú; la Tulevieja, a quien la tradición escazuceña sitúa como «comadre» y compañera de la bruja Zárate y que vive con ella en la Piedra Blanca de San Miguel, y que, según una famosa historia escazuceña, fue atada por un campesino local que la llevó hasta la iglesia de San Miguel Arcángel; la bruja doña Fustes (coloquialmente, ña Fustes), quien lanzaba maleficios sobre los retratos de la gente para matarla a alfilerazos poco a poco (similar a algunos rituales vudú), sin que valieran rezos o médicos, y por cuya causa se recomendaba no regalar retratos a nadie;​ el «negro Zara», un individuo que tenía pacto con el diablo y que se decía que conversaba con el Micomalo en un viejo higuerón que existía antes en lo que hoy es la plaza de Escazú; leyendas de brujas que se quitaban la piel y adquirían formas de animales, la más conocida de estas, la de una bruja llamada «María La Negra», que se podía transformar en un enorme y peligroso cerdo, y que evitaba el paso de las carretas de café por la única vía que durante el siglo XIX comunicaba Escazú con San José.

Referencias:

Zeledón Cartín, Elías (2000). Leyendas costarricenses (4ª edición). Heredia, Costa Rica: Editorial de la Universidad Nacional.

Castro, Guillermo (1959). «El misterio de la Piedra Blanca». Cuentos, leyendas, anécdotas e historias de vida del Ministerio de Cultura y Juventud. Consultado el 11 de agosto de 2019.

6 comentarios en “Las Brújas de Escazú, Leyendas Costarricenses.”

  1. Yo viví en Escazú, junto con mis padres, alrededor del 1958 en lo que llamaban en barrio de las Brujas; era el Barrio Maynard también llamado Barrio Coca Cola).
    Y a mi madre recuerdo que la habían acusado de bujería por algo que dijo

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