Todos los costarricenses son buenos, pero el presidente Mora es el mejor ciudadano de Costa Rica.
Félix Belly. El istmo centroamericano, 1858.
Véase también: Juan Rafael Mora Porrás, Biografía.
La renuncia de José María Castro Madriz a la presidencia en 1849 cerró el periodo de inestabilidad que se había iniciado en 1842 con el golpe de Francisco Morazán y la caída de Braulio Carrillo. El poder lo tomó quien fuera su vicepresidente, Juan Rafael Mora Porras, hombre eclético y pragmático, de carácter fuerte. A muy temprana edad, se hace cargo de su familia tras la muerte de su padre. Desde su tienda en el parque central de San José, donde se dedica al comercio minorista, tiene contacto con el costarricense de la calle, lo que le permite entender la psicología y la realidad de sus compatriotas, que le llevarán a ejercer tres veces la primera magistratura. Próspero hombre de negocios, fue uno de los principales comerciantes y mayores productores de café, el primer aristócrata de la consolidada oligarquía cafetalera en llegar al poder. Mora es hombre de mundo: con 36 años, ha realizado al menos seis viajes en barco de vela a distintos puntos del globo, ha establecido relaciones con importantes hombres de América y con comerciantes europeos como el naviero anglonormando William Le Lacheur, entre otros. Su carrera política la inicia en 1846, primero como constituyente para 1847, y luego como parlamentario, donde resulta elegido para ejercer la vicepresidencia durante el primer gobierno de José María Castro. Durante este tiempo, debe enfrentar un intento de golpe contra el gobierno el 28 de marzo, mientras el presidente se encuentra en Puntarenas. En 1849 renuncia a su cargo de vicepresidente, pero es nuevamente llamado a ejercer luego de la renuncia de Castro. En diciembre de 1849, es electo popularmente presidente de la República, y será reelecto por sexenios en 1853 y 1859. Al asumir el poder, Mora cuenta con una amplia visión de mundo, superior a la media de los políticos de su época.
La década de Juan Rafael Mora fue de excepcional progreso, por lo que algunos historiadores la han llamado «la era morista». Los diez años de gobierno de Juan Rafael Mora se caracterizaron por un fortalecimiento en la capacidad del país de generar los recursos necesarios para el cumplimiento de las funciones del Estado. Se fortaleció el poder central del Estado, se reorganizaron las fuentes de ingreso del Gobierno, se desarrollaron instituciones jurídicas y políticas, se ampliaron las capacidades de maniobra del aparato estatal y se expandió la agricultura y el comercio internacional como fuente de riqueza económica. El aumento en la adquisición de recursos hizo posible la construcción de caminos y obras de infraestructura, a la vez que se aumentó el gasto en lo militar y en el nombramiento de funcionarios públicos. Las medidas tomadas para obtener estos recursos se centraron en el reforzamiento de los monopolios del licor y el tabaco, que generaban el grueso de los ingresos del erario público. En julio de 1850, Mora emitió un decreto que prohibía la destilación privada de licor, estableciendo la creación de la Fábrica Nacional de Licores, medida que resultó ser muy eficaz en aumentar las rentas públicas derivadas de la venta del licor. Las ganancias obtenidas por la Fábrica Nacional de Licores fueron suficientes para cubrir los gastos básicos del gobierno y mejorar el camino a Puntarenas, por donde se exportaba el café. El crecimiento del aparato estatal demandó la obtención de recursos adicionales, por lo que la creación de una infraestructura financiera se tornó indispensable. En 1857, Mora impulsó un proyecto para establecer el Banco Nacional, primer banco estatal, creado con capital mixto y capacidad de negocios en el exterior, que abrió en 1858, pero tuvo una vida efímera de 8 meses, debido a la quiebra de la casa comercial inglesa depositaria del capital inicial de la entidad.
Otro punto importante fue el control y fortalecimiento del ejército. Al asumir la presidencia, Juan Rafael Mora puso énfasis en la creación y conservación de la estabilidad política que el país requería para desarrollarse. Las exportaciones de café se convirtieron en la médula de la economía nacional, lo que a su vez desató un flujo continuo de progreso material, para lo cual era indispensable establecer el orden público. Para lograr este objetivo, su gobierno inició con reformas importantes en la organización del ejército, cuya poca disciplina fue señalada como la causa de la inestabilidad política vivida en la década de 1840. Visualizándolo como una amenaza continua para cualquiera que ocupara la silla presidencial, tomó una serie de medidas para ponerlo bajo la autoridad del Poder Ejecutivo, al mismo tiempo que lo fortalecía ante las eventualidades que el país enfrentaría más tarde en el plano internacional. Por esta razón, Mora estableció en 1850 un segundo cuartel en San José, el Cuartel de Artillería, con el objetivo de evitar la concentración de la fuerza militar en un solo sitio y bajo un solo comandante. Esto le valió la sublevación del jefe del Ejército, Comandante José Manuel Quirós, que lo amenazó con un golpe de Estado y organizó una revuelta. El movimiento fracasó y Quirós fue exiliado con sus partidarios, lo que hizo que Mora adquiriese el control absoluto sobre los cuarteles, que confió a su hermano José Joaquín Mora Porras y a su cuñado el general salvadoreño José María Cañas. A partir de este momento, se tomaron medidas para favorecer el entrenamiento de las tropas para crear un ejército profesional con buen equipamiento. Se dejó atrás el código colonial español y se trajeron expertos europeos que aplicaron la disciplina y táctica militar inglesa, alemana y francesa, a la vez que se modernizó el armamento nacional comprando en Inglaterra importantes cantidades de pertrechos y municiones. El número de soldados fue incrementándose continuamente de unos pocos cientos a 9.000 hombres a inicios de 1856.
Con el objetivo de favorecer la expansión económica con la exportación del café, el presidente Mora impulsó políticas orientadas a la construcción y mejoramiento de caminos y puertos, contratos de navegación, código de comercio, firma de tratados, habilitaciones, creación del primer banco estatal, venta de terrenos y otros. Para sustentar su comercio exterior, Costa Rica exporta su café principalmente a Inglaterra, país del que proviene un 70% de las importaciones, mientras que apenas un 7% proviene de Estados Unidos. Para 1855, las rentas de Costa Rica pasaron de 15 000 a 500 000 pesos. En el plano político internacional, se da el reconocimiento del país como estado independiente en el exterior con el establecimiento de relaciones internacionales con Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y España. En 1852, Mora encarga la creación del Himno nacional de Costa Rica a Manuel María Gutiérrez Flores, para recibir a delegados de Gran Bretaña y Estados Unidos, siendo entonado por primera vez el 11 de junio de dicho año. Mediante su embajador en Washington, Mora está al tanto de las políticas internacionales de aquella nación, lo que le permitirá tomar decisiones para posteriormente defender la soberanía nacional.
A inicios de la década, San José, de apenas 15 000 habitantes, empezó a perder deprisa el perfil de aldea que había tenido durante la colonia, para irse convirtiendo rápidamente en una urbe. El casco josefino experimentó un crecimiento en su infraestructura y servicios, con la construcción de edificios de dos pisos y de aceras, instalación del alumbrado público, funcionamiento de diligencias, apertura de oficinas, farmacias y tiendas. El presidente Juan Rafael Mora, contando con la asesoría y capacidad técnica de algunos ciudadanos europeos, hizo construir importantes edificaciones como el Palacio Nacional de Costa Rica, la Universidad de Santo Tomás, el Teatro Mora, el Hospital San Juan de Dios y la Fábrica Nacional de Licores. Se fomentó el desenvolvimiento de la salud pública, la educación y la cultura. En el puerto de Puntarenas, el casco urbano creció con la expansión vertiginosa del comercio exterior. El futuro de Costa Rica, a la altura de 1850, se vislumbraba promisorio, con una sociedad más compleja y diversa, mejor integrada, más desarrollada y dinámica, y con una buena base económica. El porvenir, no obstante, fue trágico en el corto plazo, a partir de los hechos que comenzaron a gestarse en 1854 en la vecina Nicaragua.
Referencias:
Vargas Araya, 2007.
Botey Sobrado, Ana María (2002). Costa Rica: desde las sociedades autóctonas hasta 1914. Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Molina, Iván; Palmer, Steven (2011). Historia de Costa Rica. Editorial Universidad de Costa Rica.
Arias, Raúl Francisco (2007). Los soldados de la Campaña Nacional (1856-1857). EUNED.