En la cima de la barranca llegamos a una gran meseta cubierta de los ricos cafetales de San José… El verde oscuro de las plantaciones de café, el césped de los caminos, y las vistas por entre los árboles en todas las encrucijadas eran preciosos… Siete años antes toda la llanura era un desierto.
John Lloyd Stephens. 1840.
Costa Rica conoció el café a finales del siglo xviii y fue el primer país en Centroamérica en desarrollar este cultivo, llegando a constituirse en el elemento que permitió al país incorporarse en el mercado mundial, situación de la que tanto careció durante la Colonia y que impidió su desarrollo durante ese periodo.
El primer registro que se tiene de la introducción del grano data de 1791, cuando un comerciante panameño, Agustín de Gana, envió al gobernador español de Costa Rica, José Vázquez y Téllez, dos libras de café para probar cómo se desarrollaba este cultivo en suelo costarricense.
A partir de 1808, el gobernador Tomás de Acosta y Hurtado de Mendoza decidió impulsar el cultivo del café en los fértiles suelos volcánicos del Valle Central.
En 1816, el presbítero Félix Velarde se convirtió en el primer cultivador del grano, al sembrar un solar con cafetos en su propiedad. Luego de su muerte, legó las semillas a sus vecinos invitándolos a sembrarlas.
El cultivo del café se centró primeramente en la región de San José. El primer cafetal estuvo 100 metros al norte de la Catedral Metropolitana, en el cruce de la Avenida Central y calle Cero. Luego de la independencia en 1821, el gobierno introdujo varias políticas que impulsaron la industria cafetalera, entre ellas, la concesión de tierras para siembra de café y la entrega de plantas de este cultivo a agricultores interesados en producir.
Los jefes de Estado Juan Mora Fernández y Braulio Carrillo Colina apoyaron la actividad cafetalera y vieron en el café el producto que generaría un movimiento económico para beneficiar la economía nacional. El café estimuló la construcción de una carretera al Atlántico para tener una ruta directa hacia los puertos británicos, ya que el mercado inglés se vislumbraba como el más importante para exportación. Para 1821 se contaba con 17 mil cafetos en producción. Entre los años 1830 y 1840, productores como Mariano Montealegre vieron la oportunidad económica que les ofrecía este nuevo cultivo y empezaron a invertir en la producción interna de café. La colonización agrícola llevó el cultivo fuera de los límites josefinos: a partir de 1830, jóvenes parejas campesinas empezaron a colonizar tierras vírgenes al occidente del Valle Central. Para 1850, los cafetales se habían extendido a los entornos de Alajuela, Cartago y Heredia. En 1860, el cultivo del grano se había desplazado a los territorios entre Alajuela y San Ramón. Treinta años más tarde, se extendía a los valles del Reventazón y Turrialba, impulsado por la construcción del ferrocarril al Atlántico. Para 1930, se sembraba café en San Carlos, Nicoya y Tarrazú.
El 12 de octubre de 1820, en el buque Nuestra Señora se exportó del puerto de Puntarenas hacia el Perico en Panamá un quintal de café, el primero de la historia nacional. En 1832, George Stiepel, comerciante alemán radicado en Costa Rica, hizo la primera venta a Inglaterra, exportando un cargamento por medio de Chile. La década de 1840 fue la del despegue económico. En el año de 1841, el capitán inglés William Le Lacheur, que se dedicaba a traer mercancías desde Inglaterra a Centroamérica y se llevaba de vuelta a Londres añil y algodón, se enteró de la producción del café y desvió la ruta de regreso de su buque Monarch a las costas del Pacífico costarricense, acordando con el cafetalero Santiago Fernández Hidalgo la primera venta directa entre Puntarenas y Londres por 5.505 quintales de café. El floreciente negocio cafetalero condujo al establecimiento de compañías comerciales que exportaban el café a Europa y al mismo tiempo importaban del viejo continente mercancías manufacturadas: máquinas de moler maíz y trigo, planchas de hierro, etc, que comercializaban en suelo costarricense. Entre estos jóvenes emprendedores se destacaron Juan Rafael Mora Porras y Vicente Aguilar. Las exportaciones de café pasaron de 13 471 quintales en 1840 a 96 544 en 1848. El café llegó a representar el 90 de las exportaciones de Costa Rica en 1850.
La actividad cafetalera dinamizó la vida económica y social de Costa Rica. La riqueza que deparó su venta permitió importar modas nuevas y tecnologías útiles, estimuló la apertura de vías de comunicación y diversificó el comercio interno. Luego de la caída de Carrillo en 1842, se dejó de realizar el comercio por el puerto de Sarapiquí en el Atlántico, con la suspensión de la construcción del Camino de Carrillo. Las exportaciones comenzaron a hacerse por el Pacífico, concluyéndose la construcción del camino de Puntarenas en 1846. Las consecuencias económicas de las exportaciones permitieron la transformación de una economía de subsistencia a una monetarización de los mercados. El café enriqueció a un amplio espectro de pequeños y medianos productores agrícolas que, aparte de ser dueños de su cafetal, prosperaron con la venta de víveres y con el transporte en carreta del grano desde el Valle Central hasta Puntarenas, cuyo casco urbano creció con la expansión vertiginosa del comercio exterior. Gracias a las ganancias del café se desarrollaron la Universidad de Santo Tomás, la educación pública, los primeros periódicos, las primeras librerías y los hijos de los grandes productores se fueron a estudiar a Europa. Se crearon las primeras grandes infraestructuras viarias y edificios clave como el Teatro Nacional de Costa Rica (1897) y el Hospital San Juan de Dios (1848).

Los efectos sociales y políticos del auge cafetalero fueron visibles desde temprano. Se consolidó una burguesía agroexportadora, en la cúspide de la jerarquía social, que encontró con el café una temprana fuente de estabilidad y riqueza que consolidó su poder. No obstante, también hubo perdedores, sobre todo los campesinos pobres, que se vieron perjudicados con la privatización de la tierra y se volvieron trabajadores asalariados; y los indígenas asentados en el Valle Central, que se vieron desplazados y obligados a penetrar en las montañas, sobre todo en Talamanca, en un proceso que los condenó a un porvenir de exclusión y olvido.
Luego de una pequeña crisis en los precios del grano entre 1847 y 1849, los elevados precios del café prevalecieron durante el siglo XIX, y a la altura de 1850 el futuro de la joven nación se vislumbraba brillante. El cultivo del café a partir de mediados del siglo xix tuvo consecuencias sociales y culturales diferenciadas que funcionaron como parte de la construcción de la identidad nacional. El café se convirtió en un agente civilizador, en el «grano de oro», dado que la prosperidad obtenida de su comercio se transformó en progreso económico y avances sociales, que luego fortalecieron el proceso de idealización y construcción de identidades. La sociedad costarricense, con casi 100 000 habitantes, se volvía cada vez más compleja y diversa, aunque mejor integrada y económicamente más dinámica.
También puede ver: La Historia del Café en Costa Rica
Referencias:
Molina, Iván; Palmer, Steven (2011). Historia de Costa Rica. Editorial Universidad de Costa Rica.
Gracias, Maritza. Excelente reseña. Saludos.
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