
El 4 de marzo de 1924, apenas pasadas las 10 de la mañana, gran parte del Pacífico Central y del Valle Intermontano de Costa Rica se estremecieron con inusual fuerza telúrica: era el terremoto que luego se llamaría de “San Casimiro” por celebrarse ese día al santo patrón de Polonia.
Especialmente afectada, San José se llenó entonces de las carpas y los ranchos de quienes no querían morir aplastados por la noche, y de matutinas rogativas de clemencia a Dios; mientras, las misas de la Catedral se realizaban en el parque Central, al seguro amparo de su quiosco.
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