
1858-1937
Don Cleto nació en Barba de Heredia, el 13 de octubre de 1858, hijo de Cleto González Pérez y Aurora Víquez Murillo. Su familia era de escasos recursos y, por ello, cuando don Cleto empezó a destacarse como intelectual, abogado y figura pública, sus partidarios recordaban sus orígenes humildes con la simpática afirmación de: «Don Cleto nació descalzo». El mensaje que pretendían dar, sobre la importancia del estudio y el trabajo, resultaba clara a pesar de la objeción, más que obvia, que todos los niños nacen, no solo descalzos, sino desnudos.

Casa donde nación Don Cleto en Barba de Heredia. (Fotografía Guías de C.R.)
Descalzo asistió a la escuela de su pueblo natal, donde aprendió a leer y escribir, así como las cuatro operaciones básicas de aritmética, que era todo lo que se enseñaba a los niños por entonces. Estudió el Catecismo, fue monaguillo y tuvo la intención de hacerse sacerdote. Con ese propósito, en 1869, asistió en Heredia a los cursos de latín que dictaba don José María Aguilar.

Al año siguiente ingresó al Colegio San Luis Gonzaga de Cartago, dirigido por Valeriano Fernández Ferraz, al que acudían jóvenes, no solamente de todas las provincias de Costa Rica, sino también de otros países centroamericanos. El programa de estudios incluía historia, gramática, contabilidad, trigonometría, inglés, francés, dibujo y música. Don Cleto obtuvo sobresaliente en todas las materias y durante todos sus años de colegial, fue compañero de clase de Ricardo Jiménez Oreamuno.
Tras graduarse de Bachiller con tan solo quince años de edad, don Cleto ingresó a la Universidad de Santo Tomás para estudiar Derecho. La amistad con don Ricardo Jiménez se tornó más estrecha puesto que, como don Ricardo era de Cartago, don Cleto de Heredia y la Universidad estaba en San José, los dos jóvenes estudiantes decidieron compartir gastos y acabaron durmiendo en la misma habitación, mientras recibían, de parte del Dr. Zambrana, una profunda formación filosófica de corte liberal.
En 1884 don Cleto se graduó de abogado tras presentar un examen ante un jurado que tuvo como miembros, entre otros, a Ascensión Esquivel Ibarra y Julián Volio Llorente. Casi de inmediato, empezó su carrera en el servicio público. Fue diplomático en Washington, ocupó la Secretaría de Fomento durante la administración de Bernardo Soto y la de Hacienda en la de Ascensión Esquivel Ibarra. En 1889 don Cleto fue Presidente del Colegio de Abogados y en 1892 fue electo diputado. Desempeñó también otros cargos, antes y después de haber sido Presidente de la República. Volvió al Congreso en 1916, fue Presidente de la Academia Costarricense de la Lengua en 1923, Presidente Municipal de San José y diplomático en Centroamérica y España.

Además de su amplia trayectoria en la función pública, don Cleto ejerció de manera privada su profesión. Fue el abogado de Minor Cooper Keith, así como de otros importantes clientes.

Pese a sus múltiples actividades, don Cleto encontró tiempo para dedicarse a la investigación histórica y genealógica, campos en los que llegó a publicar amplios estudios rigurosamente documentados. Tenía una memoria prodigiosa y era capaz de recordar datos de manera precisa. Fue buen amigo del obispo Bernardo Augusto Thiel, quien ofició su matrimonio y era también apasionado estudioso de la historia costarricense y, cuando conversaban, solían mencionar nombres, fechas y acontecimientos como si se hubieran aprendido de memoria los documentos de los archivos.

Se dice que la primera vez que don Cleto llegó a la Presidencia de la República, entró por la ventana. Para las elecciones de 1906 se habían presentado cinco candidatos y el Presidente Ascensión Esquivel Ibarra, para favorecer a don Cleto, que era su ministro, sacó de en medio a los otros cuatro. A unos los mandó encerrar y a otros, como don Máximo Fernández, los sacó del país. Sin contrincantes cerca, don Cleto ganó la presidencia con el ochenta y siete por ciento de los votos. La indignación general pronto pasó al olvido ya que don Cleto logró lavarse la cara con un gobierno conciliador apegado a la ley y respetuoso de los derechos de los ciudadanos. Con el tiempo, hasta sus enemigos políticos fueron capaces de pasar por alto lo irregular de su primera elección.

Bonachón, paternal y de carácter conciliador, don Cleto supo ganarse hasta las simpatías de sus adversarios. En una oportunidad, mientras se discutía acaloradamente en el Congreso, un numeroso grupo de manifestantes rodeó la sala de sesiones vociferando consignas contra el gobierno. Alguien le recomendó que ordenara disolver la manifestación con la policía, a lo que don Cleto, negándose a hacerlo, contestó: «Gobernar a la fuerza es algo que puede hacer cualquiera.»
En 1910, don Cleto entrega la presidencia a su gran amigo de toda la vida don Ricardo Jiménez Oreamuno. Un dato poco conocido es que, en 1914, ante la crisis desatada por la renuncia de los tres candidatos presidenciales que habían participado en los comicios de ese año, don Ricardo propuso que el Congreso nombrara presidente de nuevo a don Cleto. Si la propuesta hubiera sido acogida, don Ricardo habría recibido la presidencia de don Cleto en 1910 y se la habría devuelto en 1914.

Y Rafael Castro Quesada, secretario de gobernación y policía (Fotografía Jorge Salazar, Fotos Antiguas de C.R.)
Don Ricardo fue presidente de nuevo de 1924 a 1928, luego vino don Cleto de 1928 a 1932 y, después, otra vez don Ricardo de 1932 a 1936.
Quien no esté familiarizado con los detalles de la historia costarricense quizá no comprenda la fascinación de los electores costarricenses por estos dos viejos liberales. Las figuras de don Cleto y don Ricardo llegaron a simbolizar la paz y la estabilidad. Los otros gobiernos de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, o fueron autoritarios y hasta tiránicos, o se vieron sacudidos por conflictos que no supieron manejar. A don Cleto le tocó hasta enfrentar una sangrienta intentona golpista, liderada por su ministro Manuel Castro Quesada en 1932, que acabó dejando decenas de muertos, pero tuvo la serenidad necesaria para lograr apaciguar los ánimos y hacer que pronto volviera la calma.

Durante sus dos gobiernos, don Cleto alcanzó importantes logros. Concluyó la línea de tren a Puntarenas en 1910 e inauguró el muelle de esa ciudad en 1928. Inauguró el 12 de abril de 1931 el aeropuerto de Lindora y creó, al año siguiente, la primera empresa de transporte aéreo de Costa Rica. Con el decidido esfuerzo de su ministro de fomento, don Arturo Volio Jiménez, se instalaron las cañerías de San José y Heredia, se construyó el antiguo edificio de la Biblioteca Nacional y se inició el asfaltado de las calles de San José. La primera calle asfaltada de Costa Rica, era la que iba de la estación de la Northern hasta el Parque Morazán. Fue don Cleto, por cierto, cuando era ministro de Fomento de Bernardo Soto, quien decidió secar la laguna que había en ese sitio y construir un parque en su lugar.

Don Cleto, además, creó la Procuradoría General de la República y el Patronato Nacional de la Infancia. Pero más que obras o instituciones, lo que se recuerda de don Cleto es su figura de hombre culto, sereno, humilde y recto. Cuando dejó por primera vez la presidencia, en 1910, no tenía ni bienes ni fuentes de ingreso. Publicó entonces un pequeño aviso en el periódico anunciando que había vuelto a abrir su bufete y poniéndose a las órdenes de quienes ocuparan sus servicios profesionales. Trascendió que don Cleto estaba pasando apuros económicos. Un diputado propuso entonces que el Estado le otorgara una ayuda para la educación de sus hijos. Don Cleto se opuso rotundamente: «Carezco de fortuna y tendré necesidad, para cancelar mis deudas, de sacrificar los bienes de mi mujer. Pero todavía puedo trabajar y, si por caso no me basto yo mismo para mantener y educar a mi familia, no veo que tenga otro la culpa sino yo. El Estado no ha de enmendar con su largueza mis faltas de juicio. Menos habría de admitir esa ayuda en los momentos actuales en que el tesoro público y el país sufren grandes congojas.»

Don Cleto González Víquez fue inmortalizado en el billete de 20 colones. Junto a su retrato vemos una imagen de la localidad de Barva con la leyenda «Barva, cuna del prócer».
Don Cleto murió el 23 de setiembre de 1937. Fue declarado Benemérito de la Patria años después de su muerte ya que, aunque hubo intentos por concedérselo, don Cleto no aceptó que se le otorgara ese honor en vida.
Entre sus publicaciones:
Apuntes estadísticos sobre la ciudad de San José (1905). Versión Pdf.
Temblores, terremotos, inundaciones y erupciones volcánicas en Costa Rica 1608-1910 (1910);
Dos próceres (1918); El puerto de Puntarenas: algo de su historia (1933);
Apuntes sobre geografía histórica de Costa Rica (1935). Versión Pdf.
Personal del Poder Ejecutativo de Costa Rica, 1821-1936 (1969);
El café en Costa Rica: origen, desarrollo, leyendas (1972);
Historia de la familia Alvarado Barroeta (1972);
Obras históricas, volumen 1 (1973);
Historia financiera de Costa Rica (1977);
El sufragio en Costa Rica ante la historia y la legislación (1978);
San José y sus comienzos: documentos fundamentales (1987)y
La Historia del régimen y legislación municipal de Costa Rica en el siglo XIX (1988)
Referencias:
Biografía del Lic. Cleto González Víquez.
Luis Felipe González Flores. Lehmann.
Costa Rica, 1958.