
Origen
Según el investigador y escritor nicoyano Carlos Arauz, la leyenda del Diablo Chingo apareció en la época de la colonia española en Guanacaste, tiempo después que llegaron los primeros hatos de ganado bovino en el año de 1560, traídos por Juan de Cavallón y Arboleda, primer conquistador de Costa Rica. Las primeras haciendas en Guanacaste aparecieron en la colonia entre 1600 y 1770, por lo que se estima que en este periodo fue cuando aparecieron las tradiciones del Diablo Chingo, producto de la imaginaría de los sabaneros – especie de vaqueros de la pampa guanacasteca – y otras gentes que vivían en los pueblos, que de hecho formaban parte en muchos casos de las mismas haciendas ganaderas
Leyenda:
Era Viernes Santo…
Muy de mañana, el mandador de campo de la hacienda, un hombre déspota y sin escrúpulos religiosos, forzó a los sabaneros a recoger el ganado, irrespetando la festividad.
Los hombres, muy religiosos, al principio se resistieron, le dijeron que si él daba la orden, él sería responsable de lo que sucediera. No les quedó más que obedecer.
Ya habían recogido el ganado, era casi el final de la tarde, cuando a lo lejos vieron a un toro negro y chingo (sin rabo o rabo muy corto) que nadie había visto antes. Cuentan que era de ojos rojos como brasas, una enorme cornamenta, que causaba espanto, y que rascaba el terreno en señal de desafío.
Los sabaneros se asustaron, pero el mandador les ordenó lazar a la bestia e incorporarla al hato, pero no hubo, sin embargo, forma de cercarlo ni lazarlo, lo que hizo montar en cólera al mandador, que profiriendo insultos contra sus hombres, dijo que él personalmente lo iba a traer.
Los sabaneros le rogaron que no fuera. Que aquel animal no era cosa buena. Pero él, tratándolos de cobardes, se fue detrás del toro, jurando que o se moría o pasaba todo el resto de la vida persiguiendo al Chingo Negro, pero lo que era él, nunca volvería si no alcanzaba al animal.
De esta forma, el mandador lanzó su caballo y a su perro pastor en pos del toro, que inmediatamente echó a correr por la sabana. El resto de los sabaneros volvió a la hacienda. En vano esperaron toda la noche el regreso del mandador, que nunca volvió.
Cuentan, que desde entonces, en la pampa guanacasteca, que al ser las tres de la tarde de cada Viernes Santo, en el llano de Mata Redonda, a los pies del volcán Orosí, pueden verse pasar dos sombras, una en pos de otra, que se internan en la montaña, y escucharse a lo lejos el grito de un sabanero que corre ganado, el ladrido de un perro y el mugido de un toro.
La leyenda dice que es el alma del mandador de la hacienda que cumple el castigo divino, persiguiendo eternamente al Diablo Chingo sin poder alcanzarlo jamás.
Se dice también, que cornea mortalmente a todo aquel que se topa por la calle a altas horas de la noche, y no puede ser lazado ni mucho menos ser montado.
En torno a esta leyenda, existe en Guanacaste una danza folclórica conocida como la Danza del Diablo Chingo.
En la provincia de Puntarenas, en especial en la zona de Chomes, existe una variante de esta leyenda, donde el Diablo Chingo no es un toro sino un gran venado astado que pierde a los cazadores en la montaña.
Variantes de la leyenda:
Dos leyendas guanacastecas tienen relación con la leyenda del Diablo Chingo. La leyenda del fantasma de la sabana habla de un sabanero llamado Ramón Luna, que murió intentando lazar un enorme toro cimarrón llamado «El Escorpión», el cual le embistió, matándolo. Desde entonces, el fantasma de Ramón Luna – conocido como el fantasma de la sabana – se aparece como una sombra en las haciendas, espantando a los toros. En esta versión de la leyenda, propia de la región de Liberia, se aparece únicamente el ánima del sabanero, no el fantasma del toro.
La segunda leyenda corresponde a la del Viejo del monte, el fantasma de un sabanero a caballo, de aspecto fiero y pelo enmarañado, que espanta al ganado en los potreros. Igual que en la primera versión, el fantasma corresponde únicamente al sabanero, no al toro. Esta versión es más propia del cantón de Bagaces.
En la provincia de Puntarenas, sobre todo en la región de Chomes, fronteriza con Guanacaste, el Diablo Chingo no es un toro, sino un gran venado astado que extravía a los cazadores en los bosques. En el Valle Central, la leyenda de la Jú del León habla acerca de un pájaro diabólico que pierde a los hombres en la montaña y los conduce para ser devorados por el puma.
Expresiones culturales:
Danza del Diablo Chingo
Basada en la leyenda del Diablo Chingo, esta representación artística es tanto una danza como una puesta teatral. Pertenece al género musical de la parrandera, de ritmo rápido y acompasado, originaria de la provincia de Guanacaste.
En esta danza, cansados de las embestidas nocturnas del Diablo Chingo, que se valía de la oscuridad para atacar a los habitantes de un poblado guanacasteco, los vecinos, decididos a descubrir el enigma, van en su búsqueda, encontrándolo y toreándolo toda la noche hasta que el animal cae rendido y agotado.
La danza se encuentra evidentemente influenciada en la «fiesta brava» traída por los españoles a América.
Música folclórica
La canción típica costarricense «La muerte de Camilo Reyes», letra de Aníbal Reni y música de Isidro Fernández, menciona al Diablo Chingo. Se trata de un corrido que canta la hazaña de un sabanero llamado Camilo Reyes, quien logra montar con éxito al mítico toro negro, hecho que finalmente le termina costando la vida al recibir una cornada del animal. «La muerte del sabanero», poema-canción del poeta y músico regional Héctor Zúñiga Rovira, narra también la muerte de Reyes a manos de un bravo toro cimarrón. Ambas piezas están basadas en la auténtica muerte de un montador de este nombre a manos de un toro en las fiestas populares de Liberia en 1939.
«La muerte de Camilo Reyes» también menciona a otro personaje del folclor guanacasteco, Ramón Luna, quien en otra versión distinta de la leyenda, es el sabanero que persigue al toro negro – llamado «El Escorpión» en esta versión – y muere corneado por el animal.
Su alma se transforma en el fantasma de la sabana.
Novela gráfica
En la obra «Leyendas costarricenses en novela gráfica», el artista costarricense Ronald Díaz Cabrera, Rodicab, narra la leyenda del mandador – aquí llamado Julián Marchena – y el Diablo Chingo desde la perspectiva del cómic.
Referencias:
-Centeno Ruiz, Saray. El mandador y el Chingo Negro. Educación, Año 5, mayo-junio, 1959, No14, pp.64-65.
-Zeledón, Elías. El mandador y el Chingo Negro. Leyendas costarricenses. Editorial Universidad Nacional de Costa Rica. 2000. ISBN 9977-65-133-7. pp. 256-257.
-Zeledón, Elías. El fantasma de la sabana. Leyendas costarricenses. Editorial Universidad Nacional de Costa Rica. 2000. ISBN 9977-65-133-7. pp. 263-264.
-Sierra Q, Oscar. Rodicab. El Diablo Chingo: leyenda sabanera. Leyendas costarricenses en novela gráfica. Colección La Pluma Comic. 2009. pp.99-108.