Aunque el Estado de Costa Rica es uno de los que componen la República Federal Centro Americana reúne en sí la plenitud de su soberanía y se declara en ejercicio de ella, sin sujeción ni responsabilidad a otro que a sí misma.
Ley Aprilia. 1829. En Obregón Loría, p.55.97
Junto con el Acta de Independencia de Centroamérica, llegó también la invitación a los costarricenses de participar en la construcción de la incipiente República Federal de Centro América, instándolos a enviar sus representantes a Guatemala en 1823.
Este proyecto no fue visto con gran entusiasmo por Costa Rica, siendo relegado a un segundo plano en la agenda política. La experiencia colonial de la provincia justificaba en cierto modo esta reticencia: Costa Rica había sufrido muchas penurias económicas, culturales y políticas al ser prácticamente «olvidada» por las autoridades coloniales residentes en Guatemala. Uno de estas decisiones había sido la tomada en 1792 por la antigua Capitanía General de Guatemala de quitarle el monopolio del cultivo del tabaco, siendo esta la única actividad productiva que trascendió la vida económica de la colonia, y que en su momento alimentó la esperanza de los costarricenses de romper el aislamiento y marasmo económico y social. A esto se sumó el desarrollo desigual experimentado por cada provincia durante la Era Colonial, que en el caso de Costa Rica había impedido su vinculación al mercado mundial.
Durante esta parte de su historia política, el principal éxito diplomático de Costa Rica fue exceptuarse de las devastadores guerras civiles que caracterizaron a la República Federal.
Entre la independencia (1821) y el año de su separación de la Federación (1838), en Costa Rica hubo dos cortas guerras civiles: la Guerra de Ochomogo (abril de 1823) y la Guerra de la Liga (septiembre-octubre de 1835).
La participación de Costa Rica en la República Federal se prolongó durante la mayor parte de la turbulenta existencia de este experimento político: Costa Rica envió fondos, asumió su parte de la deuda, eligió representantes para el Congreso y reclutó hombres para formar parte del Ejército Federal. El destino de la Federación, sin embargo, fue decidido por eventos ocurridos lejos de las fronteras costarricenses, en Guatemala y El Salvador. Mientras tanto, la sociedad costarricense, ajena a los márgenes de las profundas divisiones y disputas de los bandos de la República Federal, logró concentrarse en resolver sus propios problemas internos. La presencia de Costa Rica en la República Federal fue bastante marginal con respecto a los demás miembros, lo que la llevó a tener una relativa autonomía para tomar decisiones importantes.
Durante su participación como Estado de la República Federal de Centro América, Costa Rica gozó de gran autonomía, creando incluso su propia Casa de Moneda (1825) para acuñar sus propias monedas.
Para el 1 de julio de 1823, fecha en que las autoridades de la nueva República tomaban su asiento en el poder del nuevo Estado, no hubo representantes de Costa Rica, en ese momento profundamente afectada por la recién finalizada guerra civil de Ochomogo. Costa Rica fue el último miembro en incorporarse a la República Federal, hasta el 4 de marzo de 1824. A pesar de sus resquemores, los costarricenses tenían claro que la presencia del país en la unión era necesaria, aunque esta fuese débil y sin gran trascendencia para la vida política nacional, evidenciado en el hecho que, según la normativa constitucional de la República Federal, los miembros de la Cámara de Diputados de la República serían elegidos de acuerdo al número de habitantes de cada estado. Al ser Costa Rica el país menos poblado, tenía derecho únicamente a 2 diputados (Guatemala, el más poblado, podía elegir 18; Nicaragua, la menos poblada luego de Costa Rica, podía elegir 6), por lo que los votos y decisiones de los delegados de Costa Rica resultaban de escaso valor.
Este escaso peso de Costa Rica en las decisiones de la Federación conllevó a que el Estado buscase soluciones a sus propios problemas, que evidentemente no serían resueltos por las lejanas autoridades en Guatemala. Por eso, en 1825, el Congreso costarricense autorizó la circulación de una moneda acuñada en suelo nacional, aunque tuviese características diferentes a las monedas acuñadas por la República. Con esta acción, Costa Rica buscaba el beneficio del comercio interno. Para finales de 1825, y al margen de la República Federal, aunque siendo parte de ella, Costa Rica contaba con su propio Jefe de Estado, Asamblea Legislativa y Corte Suprema de Justicia. Mientras la Federación se debate en una verdadera guerra civil entre 1826 y 1829, Costa Rica vive un periodo de reacomodo y relativa estabilidad política entre 1825 y hasta 1833. Es así como surge, en 1829 durante el gobierno de Juan Mora Fernández, la Ley Aprilia, en la cual se declara que el Estado de Costa Rica, sin dejar de pertenecer de hecho a la República Federal, asume su propia soberanía. No será hasta 1838, con el segundo gobierno de Braulio Carrillo Colina, que se tomará la medida de abandonar definitivamente la Federación.
A pesar de que la experiencia de Costa Rica en la República Federal no fue del todo positiva, su participación en el proyecto centroamericano produjo beneficios en varios campos específicos:
1. La República Federal sirvió de escuela política para los costarricenses, de donde surgieron hombres como Braulio Carrillo, quien fue diputado por Costa Rica, y a quien su experiencia en el Congreso federal le permitió tomar la firme decisión de que lo mejor para el país era separarse de la Federación;
2. La presencia de Costa Rica en la República Federal le permitió adquirir un elemento de seguridad externa, pues mientras Costa Rica fue miembro de la Federación, Nicaragua no realizó reclamaciones sobre sus pretensiones sobre el Partido de Nicoya, anexado a Costa Rica en 1824, y es a partir de la desintegración del Estado federal en 1842 que inician los conflictos limítrofes entre ambos países; y
3. Mientras el resto de los centroamericanos estaban pendientes de los sucesos que acontecían en el seno de la República, Costa Rica pudo superar sus conflictos internos por sí misma y consolidar su propia economía cafetalera, que finalmente permitió que el país, bajo la lógica del capitalismo agrario, lograse cimentar el Estado nacional y crear elementos objetivos y subjetivos que dieron lugar a la nacionalidad costarricense.
Referencias:
Botey Sobrado, Ana María (2002). Costa Rica: desde las sociedades autóctonas hasta 1914. Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Molina, Iván; Palmer, Steven (2011). Historia de Costa Rica. Editorial Universidad de Costa Rica.
Muchas gracias por estas publicaciones de nuestra Costa Rica de antaño, sin duda son de gran ayuda para fortalecer nuestras investigaciones y trabajos, nos ayudan además a ilustrarnos y a entender mas como es que se construyó nuestra pequeña pero hermosa Costa Rica.
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Muchas gracias Deysi por visitarnos y agradezco su aporte. Creemos que tener este blog y trabajar en el cada día nos ayuda a sembrar en los costarricenses conciencia de patria! Saludos!
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