Archivo de la categoría: HISTORIA COSTARRICENSE

Barrio La Dolorosa (avenida 8, calle 6), San José.

Barrio La Dolorosa, 1917, Calle central entre Ave 6 y 8

Al contrario de lo que fueron barrios burgueses como Amón y Barrio Tournón, el barrio josefino La Dolorosa se considera mixto, conformado tanto por familias de alto poder adquisitivo como por hogares con menor ingreso.

Su nombre es apadrinado por el templo que se levantó a inicios del siglo XIX, en una zona céntrica pero de tamaño mediano. La iglesia de la Soledad fue un elemento que agrupó población en el lugar. Es por eso que para 1876 ya se había formado una hilera de cuadrantes hacia el este y al oeste de la edificación en construcción. El barrio fue creciendo hacia los dos puntos cardinales, sin embargo, por razones administrativas, el sector oeste pertenecía al distrito Hospital quedando fuera de la jurisdicción del distrito Catedral. Hacia el sur se pobló más lentamente y no es sino en las postrimerías del siglo XIX se ensanchó la ciudad hacia esa área.

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Antiguos Lavaderos públicos de S.J.

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Lavaderos Carit, al sur de San José, 1919 (Autor de fotografía desconocido)

 

Resultado de imagen para las mejores fotos de Manuel Gómez Miralles

El siguiente es un reportaje de La Nación del 2 de junio del 2013

De pilas y lavanderas. Ya en el llamado “plano de Gallegos”, catastro mandado a levantar por Juan Rafael Mora en 1851, aparecen indicadas unas pilas en un predio situado ligeramente al sur de la intersección de las actuales avenida 6 y calle 10. Ese único lavadero –que existía aún en 1905 con el nombre de “Las Pilas”–, según evidencia el mismo plano, era alimentado por una acequia o taujía proveniente del sector de La Laguna, hoy parque Morazán. Seguir leyendo Antiguos Lavaderos públicos de S.J.

Aeropuerto de Lindora, Santa Ana

 

Aeropuerto de Lindora
Escribir una leyenda

Fue en Lindora, Santa Ana, donde se ubicó el primer aeropuerto del país, que abrió sus puertas en 1931. A la inauguración de tan importante obra asistió don Cleto González Víquez (cuarto de izquierda a derecha), a quien vemos en la imagen en compañía de Wilburgh Morrison, Vice Presidente de Pan American Airways, que realizaba vuelos internacionales. Seguir leyendo Aeropuerto de Lindora, Santa Ana

Una llamada al pasado (inicios de la Telefonía)

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Historia

Una llamada al pasado: aquellos tiempos…

Ahora que se está hablando de un futuro reemplazo de la telefonía tradicional por Internet, Proa recrea la época en que los ticos empezaron a comunicarse por teléfono. ¿Cómo funcionaba ese servicio en los albores del siglo XX?.

Ivannia Varela Q.
ivarela@nacion.com

Si en este momento el tiempo retrocediera hasta principios del siglo pasado, el «sencillo» acto de hacer una llamada telefónica no sería en absoluto «sencillo».

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Para empezar, poseer un teléfono era un lujo que no muchos costarricenses podían darse. Si bien los números telefónicos eran muy fáciles de memorizar -porque, como máximo, tenían cuatro dígitos- , quienes deseaban utilizar el servicio debían llamar primero a una central telefónica, indicar con quién querían comunicarse (era imprescindible decir el número exacto) y disponerse a la brevedad y a la síntesis, pues su conversación no podía exceder los cinco minutos.

Alrededor de 1918, la empresa Felipe J. Alvarado mandó a imprimir y después distribuyó un pequeño directorio de unas 70 páginas, cuyo texto estaba ordenada alfabéticamente y fue levantado en máquina de escribir.

Sus amarillentas hojas fueron la motivación por la cual decidimos hurgar en el pasado de nuestra telefonía. No solo quisimos recordar cómo funcionaba este servicio en sus comienzos, sino también echar un vistazo a la Costa Rica de antaño y, sobre todo, a su gente.

Entonces, se trataba de un país muy distinto, con poquísimos habitantes y una lista muy selecta de abonados telefónicos que se identificaban solo con su primer apellido. En un lugar tan pequeño, no eran necesarios demasiados detalles para determinar a quién pertenecía tal o cual número.

En aquellos años, la mayoría de la población sabía muy bien quién era el Dr. Hernández (número de teléfono 420), la modista Sofía Jiménez (576) o dónde se ubicaba la jardinería de Octavio Loaiza (233), la pulpería de Emilio Mena (115), la cantina de los hermanos Cubero (714) o la lechería de Alberto González (288).

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Tener un número privado era una posibilidad impensable porque, más bien, poseer teléfono era un símbolo de estatus. En el directorio se encontraba fácilmente el número de la oficina o de la habitación del presidente de turno (Casa Presidencial: 171) o de personalidades como Federico Tinoco (57), Otilio Ulate (417), Rafael Yglesias (225), Alfredo González (11) y otros exmandatarios, además de intelectuales, artistas, científicos y educadores de la época.

Y es que, en realidad, la telefonía era algo muy nuevo para los costarricenses. Su historia se había iniciado solo tres décadas atrás, cuando, en 1886, las primeras personas físicas y jurídicas le solicitaron al Gobierno autorización para desarrollar este servicio en el país, según se describe en el libro Las telecomunicaciones en Costa Rica (1886-2004), del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).

El primero en tramitar una concesión fue Luis Batres García Granados, un hombre visionario que lideró una intensa campaña para convencer a los gobernantes sobre las comodidades que podría ofrecer el teléfono a la ciudadanía. Aunque hoy cueste creerlo, en ese momento hubo muchos que dudaron de sus afirmaciones por considerar que el teléfono era algo superfluo.

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Finalmente, fue Silas W. Hasting quien se benefició del camino andado por Batres y obtuvo la primera concesión en 1887, año en que se instalan en San José los primeros 50 teléfonos de madera y se establece una central telefónica en el casco capitalino.

Después llegaron otros concesionarios y varias empresas que se dieron a la tarea de hacer más accesible el servicio, tanto en San José como en las principales cabeceras de provincia.

Las centrales atendían hasta las 10 de la noche, pero siempre se procuraba dejar a algún empleado de turno, con el propósito de que atendiera eventuales llamadas emergencia.

Operadoras claves. Para 1918, la compañía de Felipe J. Alvarado era la dueña y representante legal de la Compañía de Teléfonos, encargada de dar cobertura a la mayoría de los clientes de ese momento.

Esta empresa poseía varias centrales telefónicas en diversos puntos del país y en cada una se atendía a un máximo de 75 abonados. El grueso de ellos provenían de familias de abolengo: cafetaleros, empresarios, médicos, abogados y políticos.

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A todos se les cobraba una tarifa mensual que oscilaba entre 5 y 10 colones. Para los puntarenenses, el costo era de 15 colones, debido a la lejanía. Limón y Guanacaste debían conformarse con el telégrafo u otras formas de comunicación.

Según Mario Rojas Murillo, encargado del Museo Histórico y Tecnológico del ICE, las operadoras eran personas fundamentales para el funcionamiento de aquella incipiente tecnología. Todas eran mujeres y debían ser muy ágiles para hacer las conexiones manuales y vigilar, contra reloj, el tiempo de las conversaciones. (Ver recuadro: «De primera mano»).

La mayoría de las telefonistas laboraban medios turnos y devengaban un salario de 20 colones por quincena. Además, debían ser muy prudentes, en vista de que podían escuchar lo que hablaban los abonados. Por eso, las más reservadas, trabajaban para las centrales telefónicas del Gobierno con el fin de evitar fuga de información.

Aparte de establecer las comunicaciones entre los usuarios (unían a los interlocutores por medio de cables y pines), las telefonistas tenían a cargo el servicio de las llamadas «Cartas telefónicas», con el que se atendía a quienes no podían pagar la tarifa mensual del servicio, o a la gente que necesitaba comunicarse con alguien que no tenía teléfono. En tales casos, la persona llamaba a la central, la operadora copiaba el mensaje a mano y lo enviaba, con un mensajero, a la dirección del destinatario. El costo era de 25 centavos por «carta», con un máximo de 20 palabras.

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Quejas y deficiencias. En 1928, la telefonía nacional estaba más consolidada. Fue en ese año cuando la empresa estadounidense The Electric Bond & Share Company, interesada en invertir en el país, adquirió las principales compañías de teléfono costarricenses y así monopolizó el servicio. Aun así, estas empresas siguieron trabajando por separado hasta 1941, momento en que se fusionan en la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL), que intenta mejorar la cobertura.

La explosión demográfica, sin embargo, se convierte en el peor enemigo del CNFL, que, pese a haber habilitado más líneas telefónicas en el país, no logró aplacar las muchas quejas de los usuarios con respecto al servicio. Basta con decir que, en 1956, la central telefónica de San José atendía nada menos que 100.000 llamadas diarias.

Para atenuar el malestar de los abonados, durante años funcionaron los teléfonos conocidos como «J», que en realidad eran líneas compartidas. Es decir, si alguien poseía el número 1040, era probable que otro usuario tuviera también el J-1040, lo que generaba otros inconvenientes como la falta de privacidad; era común levantar el teléfono y escuchar a dos desconocidos hablando.

En vista de que estas acciones correctivas no funcionaron, en 1958, durante la administración de José Figueres Ferrer, la telefonía pasó a manos del ICE.

El resto de la historia es bien conocida: la paulatina extinción de los teléfonos de disco, la automatización de los servicios, el cambio de numeración de seis a siete dígitos, la llegada de los teléfonos celulares y, más recientemente, la posible era de la telefonía por Internet.


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Historia

Números con rostro

Tras el nombre de cada abonado, hay una historia sobre la Costa Rica de 1918. Estas son algunas de ellas.

Ivannia Varela Q., La Nación

Auge de negocios

El caso de la ferretería Macaya y los almacenes Steinvorth y Knohr.

El desarrollo urbano y el auge económico que vivía el país gracias a la bonanza del café, a finales del siglo XIX y principios del XX, provocó que gran cantidad de nacionales y extranjeros se vieran tentados a abrir negocios en Costa Rica. Por eso, muchos locales comerciales comenzaron a florecer en el casco capitalino; entre ellos, la ferretería Macaya, cuyo teléfono, en 1918, era el 21.

Este edificio, construido en 1908, pronto se convirtió en punto de referencia para los costarricenses, pues, además de los artículos que allí se ofrecían, el inmueble -hoy conocido como La Casona- hacía gala de una arquitectura propia de la época. Similar es la historia que se teje en torno al almacén Steinvorth (donde por muchos años estuvo la mueblería Urgellés y Penón). Con el teléfono 110, este local era propiedad de don Guillermo Steinvorth, un alemán que abandonó su patria en 1871 y llegó a Costa Rica tras un viaje de cuatro meses en el barco La Venus.Aquí, fue contratado inicialmente por don Juan Knohr, también alemán y dueño de un lujoso almacén (teléfono 217). Allí laboró unos meses, mas no tardó mucho en abrir su propio local y adquirir renombre entre los costarricenses. Don Guillermo fue uno de los fundadores del extinto Banco Anglo Costarricense.

Boticarios

Solo en San José había 13 farmacias a principios del siglo pasado.

Las boticas que se abrieron en aquellos años también son un reflejo de las preocupaciones y necesidades que afectaban a nuestros abuelos, pues ya había varios de estos negocios en San José y en las principales cabeceras de provincia.Entre las 13 que funcionaban en la capital para 1918, la historia de la Botica Francesa (teléfono 101) llama la atención, pues allí trabajó José María Zeledón, el autor de la letra del Himno Nacional. El Benemérito de la Patria atendió dicho negocio hasta 1924, cuando comenzó a desempeñarse en varios cargos públicos. Al parecer, le ayudaba a su primo José Castillo Zeledón, quien, en realidad, era el dueño de esa botica, ubicada en la esquina suroeste del Parque Central.En Cartago, otro prócer de la patria también atendía a los clientes tras el mostrador de la conocida botica La Central (teléfono 32). El doctor Maximiliano Peralta, cuyo nombre lleva el hospital de Cartago, fue uno de los fundadores de este establecimiento, que ya suma 109 años de historia, pues data de 1896.

Los Yamuni:

De una humilde tienda a un gran almacén: la historia de esta familia.

Con el teléfono 544, el señor Bejos Yamuni, tenía registrada su tienda La Pouppé (La muñeca, en francés), en las cercanías del Mercado Central de San José. ¿Quién se habría imaginado entonces que este pequeño local llegaría ser una reconocida tienda de departamentos en el país?Definitivamente, el destino estaba escrito para este libanés, quien había llegado con su madre a Costa Rica en 1901, huyendo de la crisis económica que enfrentaba su nación. La idea de esta familia era permanecer aquí solo unos cuantos meses; sin embargo, terminaron echando raíces al hallar tierra fértil para desarrollarse como empresarios.Fue así como los Yamuni decidieron embarcarse en el negocio de la venta de encajes, plumas y telas importadas de Europa, para más tarde incursionar en la comercialización de licores, cigarrillos y llantas. Con los años, lograron establecer un nuevo local en la avenida 10, el cual se mantiene hasta la fecha, y han abiertro otros más.

Herencia italiana

Inmigrantes italianos abrieron negocios que subsisten en el tiempo.

Otros que se anclaron en Costa Rica y vieron germinar sus finanzas aquí fueron los hermanos Musmanni, italianos que arribaron al país en 1902. Primero pusieron una fábrica de fideos, cuyo número telefónico era el 482.En 1929, cuando ya eran muy conocidos por sus pastas, empezaron con el negocio del pan en un local en la Avenida Central, sin imaginar que, años más tarde, llegarían a ser la principal cadena de panaderías del país.Igual le sucedió a Ugo Scaglietti Venturati y a sus parientes, italianos que llegaron a suelo tico antes de la Primera Guerra Mundial y establecieron, en el centro de San José, una sastrería que se hizo muy popular (su teléfono era el 801) y subsistehasta la fecha como prestigiosa tienda. En Heredia, con el teléfono 10, los hermanos Negrini Protti -igualmente, inmigrantes italianos- habían adquirido fama por la panadería El Comercio, localizada en el corazón de la ciudad y que, según crónicas de 1916, estaba provista con maquinaria de punta. Esta familia también poseía otros negocios, como una farmacia que, al parecer, era de las más surtidas de esa provincia.

Casas de lujo

Una época de viviendas suntuosas con marcada influencia europea.

El acelerado desarrollo urbanístico también hizo que, para principios del siglo XX, muchas familias construyeran lujosas residencias en el centro de San José y en exclusivos barrios como Amón y Otoya. La mansión de Alejo Aguilar Bolandi (teléfono 323) era una de ellas. Para 1920, este cafetalero había ordenado construir una casa de estilo neocolonial en la esquina de la avenida 9 y calle 13. Esta vivienda aún puede apreciarse y es considerada una joya arquitectónica.La casa de Elías Pagés (teléfono 442), también daba mucho de qué hablar en aquellos años. Este comerciante español era dueño de La Alhambra (teléfono 156), uno de los almacenes más exclusivos de San José, y a la vez era el propietario de una casa «contra temblores» que construyó en un lote de 323 metros cuadrados en la avenida 7, calles 3 y 3-bis. Había adquirido este terreno en 1912 por la entonces astronómica suma de ¢5.000.Anastasio Herrero (teléfono 133), fue otro español que asombró a la sociedad de aquellos años al construir el Castillo del Moro, en Barrio Amón. Todos los materiales de esta mansión, de estilo morisco, fueron importados de España e Italia.Pero el lujo no solo se reflejaba en las fachadas de las casas que construía la burguesía costarricense. En su interior, también sobresalían detalles que revelaban un fino estilo de vida, inspirado en modas europeas. Por ejemplo, se sabe que la vivienda de Mariano Álvarez Melgar (teléfono 444), poseía un baño espectacular con todos los elementos de la «modernidad». Allí, según una tesis de la arquitecta Florencia Quesada Avendaño, había tina con ducha, lavamanos, excusado de tanque alto y varios espejos que le daban un aire muy suntuoso. En otras casas, el lujo estaba se concentraba en la sala, con los muebles de estilo victoriano; o en la habitación usada como oficina, sitio donde se recibía a muchas de las visitas. Tal fue el caso de la oficina de don José Astúa Aguilar (teléfono 308), donde el orden era una regla inquebrantable. Según describió en una oportunidad Lidy Soler, nieta de este abogado, su abuelo llevaba ahí a muchos de sus discípulos y les impartía lecciones de derecho. A su vez, llegaban a comentar asuntos de política todos los vecinos del lugar, entre los que se encontraban personalidades como «el padre Volio» y don Otilio Ulate. «Mientras ellos conversaban mi abuela les hacía un ponche con clara batida», relató Soler, al describir una estampa muy típica de la Costa Rica de antaño.

Hombres de empuje

Algunos costarricenses que se labraron un nombre en la historia patria.

Entre los primeros abonados telefónicos figuran ciertos personajes que forjaron el destino del país: expresidentes de la República, académicos, científicos, escritores, comerciantes y cafetaleros. Entre ellos, se encuentra Florentino Castro Soto (teléfono 526), quien llegó a ser uno de los hombres más ricos de mediados del siglo pasado y fue un ejemplo de cómo muchos costarricenses lograron hacer fortuna a pesar de sus humildes raíces.Este desamparadeño provenía de una familia acostumbrada a trabajar la tierra. Al morir su padre (don Santos Castro López), Florentino heredó una finca de café con un área de tres manzanas y la sacó adelante. Tanto fue su empeño, que el negocio prosperó con rapidez y, ya para principios del siglo XX, se había convertido en un pujante empresario conocido y respetado en los principales bancos de Londres. Sus terrenos se habían multiplicado (era propietario de la finca La Uruca -teléfono 661- y varios cafetales más), y ofrecía a muchos cafetaleros el servicio de transporte de su producto con carretas y yuntas de bueyes. Inscritas a nombre suyo estaban reconocidas marcas de café como La Pacífica, El Molino, la Verbena y La Margotita. Aunque la primera esposa de don Florentino, doña Natalia Jiménez, falleció muy joven, este hombre tuvo una descendencia muy numerosa. En total engendró , con ella y otras consortes, 25 hijos, a lo largo de sus 80 años de vida.Don Felipe J. Alvarado (teléfono 230) fue otro costarricense que se abrió camino e incursionó en varios ámbitos del país. Casualmente, él fue uno de los pioneros en la creación y mantenimiento de los sistemas telefónicos de Costa Rica y era el dueño de la empresa F.J. Alvarado & Co., encargada de elaborar la guía telefónica citada en este reportaje.Pero él también sobresalió en el campo de las exportaciones e importaciones al establecer la primera agencia aduanal, con oficinas en Limón, Puntarenas y San José. Además, se desempeñó en algunos cargos públicos y destacó por sus obras filantrópicas. Falleció en San José, pero sus restos reposan en el cementerio de Cartago, junto a sus padres.


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El testimonio de una operadora

De primera mano

«Me llamo María Isabel Fonseca Arroyo, nací en San José en junio del año 1907. Apenas y llegué a quinto grado. Como mi mamá estaba muy necesitada económicamente, tuve que trabajar desde muy jovencita. Logré encontrar un medio tiempo en la Compañía Felipe J. Alvarado. Mi plan era asistir a clases en las mañanas y por las tardes trabajar.

«Por desgracia, la ilusión me duró solo dos meses, porque la Compañía Nacional de Fuerza y Luz compró la empresa en 1919, y me pasaron a tiempo completo. Ahí ingresé como telefonista. Recuerdo que éramos como nueve operadoras. En ese momento usábamos el sistema manual de llamadas.

«Cada sede tenía su central y conectábamos al abonado con las centrales de las provincias. A veces comunicar al cliente era difícil, pues de repente se juntaban muchas llamadas y el abonado se desesperaba por la espera, pero cuando era una emergencia, la comunicación era inmediata».

Reportaje de Proa La Nación, 9 de octubre del 2005

Barrio Amón, San José…su historia!

El Barrio Amón es un barrio ubicado en la ciudad de San José, capital de Costa Rica. Es uno de los seis barrios es que se divide el distrito de El Carmen, en el sector noreste del cantón central de San José. Se le considera uno de los barrios históricos del casco urbano josefino, conocido principalmente por su arquitectura de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que lo convirtió en uno de los primeros barrios elegantes de esta capital. En él pueden encontrarse casas y edificios de los más variados estilos: victoriano, ecléctico, neoclásico, neomudéjar y otros, rompiendo con el esquema colonial de casas de adobe y bahareque que dominaban en esa época el paisaje de San José. En la actualidad, el Barrio Amón continúa siendo un barrio residencial, aunque gran parte de los antiguos edificios y casas se han convertido en oficinas, pequeños hoteles, tiendas de antigüedades, cafés, bares, restaurantes y clubes nocturnos, pero siempre conservando la elegancia original que da fama al sitio.

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Historia de San José, ciudad de 200 años

Imagen relacionada

En 1736 el Cabildo Eclesiástico de León ordenó que se edificara una iglesia en la “abra de la Boca del Monte”. La construcción de la ermita se concluyó un año después. Pintura circa 1800. | COLECCIÓN PRIVADA. Es la imagen más antigua que se conoce de esta ciudad. Pintor desconocido.

 

“Villanueva o San José, la capital de la provincia, está en un extenso valle, o planicie, y su situación es una de las más hermosas del mundo. En todas las direcciones los suburbios de esta ciudad son encantadores y muy particularmente la Sabana (o pastos comunes, donada a los vecinos por don Manuel Chapuí, un clérigo fallecido.”

John Hale, viajero inglés (1825)

La imagen de verdor, que describe Hale, fue el sello distintivo que caracterizó a San José durante el siglo XIX y buena parte del XX. A partir de 1830, con el inicio de la producción cafetalera, esa imagen se reforzó. Los cafetales que rodeaban a San José fueron el sello de la “ciudad”, fue el campo lo que llamó la atención del paisaje al llegar a la capital y no su incipiente casco urbano. Los cafetales que prevalecían en el panorama vallecentralino, y que daban la impresión de estar en un inmenso jardín, también fueron descritos por el viajero y naturalista danés Anders Oersted en 1846: “cuando los cafetos están cargados de flores blancas, y embalsaman el aire con su perfume, dan al país una fisonomía completamente particular”.

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Antiguo Aeropuerto La Sabana hoy Museo de Arte Costarricense, Mata Redonda, San José, 1901-1950.

La sede central del Museo de Arte Costarricense es la antigua terminal del primer Aeropuerto Internacional de Costa Rica, que se conoció también como Aeropuerto de La Sabana.

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Construcción del Aeropuerto La Sabana en 1939

El inmueble es de estilo neocolonial, lenguaje arquitectónico que se utilizó con frecuencia durante las primeras décadas del siglo XX.

Fue diseñado por el arquitecto José María Barrantes Monge en 1937. La construcción inició un año después bajo la dirección del ingeniero Luis Paulino Jiménez Montealegre. El aeropuerto se inauguró el 7 de abril de 1940, en la administración de León Cortés Castro (1936-1940), y fue terminal internacional hasta 1955.

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Inauguración del Aeropuerto de la Sabana el 7 de abril de 1940.

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El Castillo Azul, San José, 1901-1950.

Costado Sur del Castillo Azul sobre Avenida Central. (Fotografía de Maritza Cartín E.)

El Castillo Azul es un edificio localizado en San José, Costa Rica. Es una de las cuatro edificaciones que pertenecen a la Asamblea Legislativa de Costa Rica y alberga la presidencia del congreso.

Se encuentra ubicado en Cuesta de Moras, entre Avenida Central y calle 17, sobre el bulevard Ricardo Jiménez Oreamuno.

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Antiguos Tanques de Agua (La primera cañería de agua), San José, 1851-1900.

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Fuente de Moisés’, ubicada en el barrio Aranjuez, cerca del Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia. La escultura se instaló en 1868. Fotografía: Maritza Cartín E.

Esta fuente muestra el pasaje bíblico de Moisés golpeando una roca de la cual brota agua para saciar la sed de un niño, el cual es resguardado por un ángel, dicho pasaje corresponde al Salmo CV (105), v. 41, de la Biblia Latinoamericana.

“…Abrió la roca y las aguas brotaron, y por la tierra seca corrían como ríos…”

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Los problemas de abastecimiento y calidad seguían siendo significativos para la ciudad capital.

Es así como en 1858 el gobierno firmó un contrato con Guillermo Nanne y Francisco Kurtze para construir una tubería de hierro en San José. El contrato establecía la construcción de un tanque y filtros en un potrero propiedad de los sucesores de doña Petronila Castillos.  Este tanque se construiría al lado del que ya tenía la Fábrica Nacional de Licores en Barrio Aranjuez,  contiguo al actual Hospital Calderón Guardia.

La tubería madre sería de nueve pulgadas de diámetro y saldría rumbo oeste pasando por la calle La Laguna (actual Costado sur Parque España, antes denominado Plaza de la Fábrica), continuando siempre por lo que hoy es la avenida tercera hasta la iglesia del Carmen, doblando hacia el sur hasta la Plaza Principal (actual Parque Central) y de ahí doblando hacia el oeste por la calle del Presidente (actualmente la avenida 2ª) hasta topar con el Hospital San Juan de Dios.

Este proyecto no se logró llevar a cabo debido a un atraso en la disposición de los fondos para su ejecución. Pero queda claro los lineamientos generales que seguiría unos diez años más tarde la primera cañería de hierro de San José.

Lo cierto es que fue hasta 1865 que se empezó a construir el tanque de almacenamiento en el sitio anteriormente indicado. La cañería de hierro se inauguró el domingo 25 de octubre de 1868 y se terminó en 1869. Esta partía del tanque y distribuía el agua en el cuadrante de la ciudad, pero el trecho desde la toma hasta el tanque de almacenamiento continuó siendo una acequia proveniente del río Torres, como adelante se detallará, lo que provocaba condiciones sanitarias deficientes, como lo muestran los comentarios del Dr. Bansen en 1882.

Hoy en día se levanta una fuente en la entrada Oeste del Hospital Calderón Guardia, dando alusión a estos antiguos tanques de agua que abastecieron a nuestra capital de este preciado líquido, el agua.

Declarado patrimonio el 18 de mayo del 2004 bajo decreto #31789 MCJD, Gaceta #96.

Referencias:

-Fotografías de la Fuente de Maritza Cartín (Año 2016).

Alvarado Rojas, Douglas D. Sinopsis Histórica de Abastecimiento de agua para la ciudad de San José. Agosto 2004.

Nuestra Primera Historia…Costa Rica

Texto: Francisco Corrales Ulloa
Ilustraciones: E. Picado

La historia de Costa Rica no da inicio con la llegada de los españoles, sino mucho tiempo atrás. La evidencia recuperada hasta el momento indica que el territorio costarricense fue ocupado por los primeros grupos humanos alrededor de 12,000 años antes del presente. Desde esa épocak hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, se dió un largo proceso de desarrollo en las diferentes regiones arqueológicas de Costa Rica.

REGIONES ARQUEOLÓGICAS

En el territorio que ocupa Costa Rica han sido establecidas tres regiones arqueológicas con base en Seguir leyendo Nuestra Primera Historia…Costa Rica

Casa Matute Gómez, Catedral, San José, 1901-1950.

La Casa Matute Gómez fue construida a finales de la década de 1920, por encargo del Dr. Ricardo Moreno Cañas, reconocido médico en el país. La segunda persona en habitar la reconocida vivienda fue el venezolano, Santos Matute Gómez, quien había tenido que abandonar su país para refugiarse en Costa Rica, debido a la caída del gobierno dictatorial de su medio hermano, Juan Vicente Gómez.

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Paseo de los Estudiantes, Calle 9, San José.

Paseo de los estudiantes, 1914
paseo de los estudiantes bulevar hacia el sur



En esta segunda parte, les vamos a hablar sobre el porqué del cambio de nombre de la calle 9 por el de Paseo de los Estudiantes.

Según los historiadores, “Paseo de los Estudiantes” fue el nombre que se le dio a la calle 9 al sur de San José, como reconocimiento al valor demostrado por los estudiantes del Liceo de Costa Rica, el Colegio Superior de Señoritas y el Colegio Seminario.

En “gesta histórica” del año 1919, aquellos jóvenes estudiantes, que hasta ese momento se habían mantenido al margen de lo que sucedía políticamente en su país, se lanzaron a las calles en la lucha por la libertad y la democracia de Costa Rica.

Las tribunas, protestas y manifestaciones se realizaron en la calle 9 y la plazoleta frente a la iglesia de La Soledad, esta fue el área geográfica que constituyó el ámbito de acción.

Desde aquí, estudiantes, docentes y obreros se unieron, en una serie de hechos políticos transcendentales, hasta la caída de Federico Tinoco Granados (1917-1919), última dictadura en Costa Rica. Por lo que el Paseo de los Estudiantes es parte de nuestra herencia patrimonial y una de las expresiones la cultura nacional.

Por ello, en diciembre del año 1934, el gobierno de la república y por iniciativa de la Municipalidad de San José, premió a los estudiantes que se habían destacado en pro de la libertad y la democracia en Costa Rica. A saber, el Colegio Superior de Señoritas, el Liceo de Costa Rica y el Colegio Seminario.

Después de varios actos cívicos, se bautizó la calle 9 con el nombre de Paseo de los Estudiantes. (Publicado en la Memoria Municipal de 1936-1938).

En las últimas semanas, hemos escuchado a diferentes sectores de la sociedad civil sobre la construcción del “barrio chino”, precisamente en el histórico Paseo de los Estudiantes.

Creemos que el futuro de Costa Rica depende en buena parte de la actitud que resuelvan tener sus habitantes.

Independientemente de nuestras posiciones ideológicas, sabemos que una de las principales consecuencias de la globalización es sobre la cultura nacional, que nos ha sido legada por nuestros antepasados y que nos ha permitido forjar una idiosincrasia que nos caracteriza como país.

Ya los trabajos para la construcción de dicho “bulevar chino” se iniciaron, pero conscientes de nuestra responsabilidad en este campo entendemos que el Paseo de los Estudiantes es una evidencia material del pasado que nos permite conocer un proceso político de dolor y muerte que vivió nuestro país en el siglo pasado. Disfrutamos un país libre y democrático, gracias a nuestra estirpe y entre esta los estudiantes de tres colegios josefinos, como hemos visto anteriormente.

El Paseo de los Estudiantes no es una calle simplemente para “pasear” sino que forma parte de la memoria colectiva y ocupa un lugar especial en el fortalecimiento de la herencia histórico- cultural de nuestro pueblo.

Desde ese punto de vista, no se justifica eliminar el nombre “Paseo de los Estudiantes”, que es parte de nuestro patrimonio histórico urbano, y sustituirlo por una simple “placa histórica” que vendría a desdibujar hechos trascendentales como los descritos anteriormente.

Referencias:

Carlos Monge Alfaro. Historia de Costa Rica, p. 275.

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Primera Planta Hidroeléctrica, Aranjuez, San José, 1884.

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Inicio de los servicios eléctricos en 1884

La primera planta hidroeléctrica del país, llamada Aranjuez y ubicada en el centro de San José, entró en operación en 1884. A partir de ese acontecimiento se continuaron construyendo diversas obras de generación eléctrica en varios lugares del país, como producto de iniciativas de las municipalidades y de empresarios privados, tanto nacionales como extranjeros.

Se inaugura el servicio eléctrico en San José al ser las 6:15 de la tarde . La planta se ubicó en Barrio Aranjuez, tenía una fuerza de 75 caballos, generaba 50 kilovatios para 25 lámparas de carbón.

De esta forma, San José se constituyó en la tercera ciudad del mundo y la primera en Latinoamérica en ser iluminada gracias a la energía eléctrica, después de Nueva York y París.

Más información en siguiente enlace: La Fábrica de Hielo y la Planta Eléctrica de San José.